El negro murió de improviso. Hombre joven, sano… Una desgracia, mire. Fui al velatorio y al entierro. Sentido pésame a los parientes y qué le va a hacer, hoy estamos mañana no.
El domingo amaneció lindo. Entre mate y mate leí en el diario que jugaban Boca y Ríver. «El Negro ya va a sacar las entradas» pensé, si seré boludo, recién entonces lloré al Negro.
Le explico: El Negro era socio de Boca y los domingos que jugaba de local se aparecía en casa con las entradas.
Yo soy de ir solo a todos lados pero él tenía otra modalidad, le gustaba compartir y eso está bien. Aunque, a decir verdad, me rompía un poco tener que acompañarlo a la cancha. No soy muy fanático del fútbol, de vez en cuando veo algún partido por televisión pero nada más. Yo soy de San Lorenzo, nací en Almagro, pocas veces lo vi jugar, nunca me fijé cómo anda en la tabla de posiciones, ni tampoco sé quiénes juegan. Ahora de Boca pregúnteme lo que quiera, me he visto todos los partidos.
Ese domingo, a la tarde refrescó un poco, me abrigué y salí a caminar. Sin querer llegué a la Bombonera. La costumbre, qué sé yo. Hice la cola, saqué una entrada y me instalé, como pude, en la popular.
A los diez minutos de haber empezado el partido pateó Maradona y gol. Cómo grité ese gol ni se imagina. Ni los hinchas de Boca gritaron tanto como yo, con tantas ganas, con tanta alegría, con tanta bronca… En ese momento sentí que me abrazaban, busqué a quien devolver el abrazo pero no me abrazaba nadie. Mire si será este Negro del carajo, ni muerto se lo iba a perder.
Bacará (1983)
Juan Carlos “Cachi” García Reig