La voz de Cristiano Degollado

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Los de Cristiano Degollado, aburridos, dejaron de comprar El Heraldo, periódico que en una página desarrollaba con grandilocuencia el pobre acontecer local.

En consecuencia su director, Fernando Cecchi, concibió la idea de editar un diario que reflejara la actualidad internacional.

Entonces en Cristiano Degollado, no se conocía el teléfono, ni el ferrocarril, ni el telégrafo. No obstante figuraba en todos los mapas de la provincia; lo cual desilusionaba a los amigos de La Mona Dormida que creían vivir en un pueblo fantasma.

Fernando necesitaba, para la confección del nuevo diario, a los mejores mentirosos del pue- blo, capaces de lograr noticias de ficción que fueran convincentes.

Todos los que se reunían en La Mona Dormida, tenían fama de locos y mentirosos. En realidad eran buena gente, inteligente e instruida, a los que el destino había convocado, en aquel inhóspito paraje del mundo, para que se hicieran amigos.

Fernando, una noche, pidió a sus primos Pablo y Luciano Mannelli que lo acompañaran allí, para hablar de negocios con los parroquianos.

Sentado a una mesa del rincón estaba el payador Luis Reales entonando bajito una milonga para no despertar a la mona. El tano Aldo, tomándose un vino, lo escuchaba con atención; la milonga le gustaba. El Cacho, con la cabeza sobre la mesa, dormía la mona pues el vino le gustaba más que la milonga. Junto a él, el gallego Américo, a quien el vino y la milonga gustaban por igual, dijo:

— Cristiano Degollado es un pueblo de mala muerte.

— ¡Eso! –apoyó Cacho despertándose.

— A Cristiano Degollado lo hicieron por equivocación –lamentó Aldo.

— Por encargo del diablo –intimó Luis dejando de lado la guitarra.

— La verdad es que a Cristiano Degollado lo fundó un hombre de poca cabeza –afirmó Aldo. —Verdad –coincidió el Cacho.

— Cristiano Degollado lo más bonito que tiene es el nombre –justipreció Américo.

— Seguro -apoyó el Cacho.

— Yo se lo vendería a la Capital –especuló Aldo.

— ¿Para qué lo quiere? ¡hic! –el Cacho.

— Para cambiárselo –consideró Luis–. Buenos Aires no es un nombre para una ciudad. 

— Buenos Aires es nombre de quinta o de chacra –calificó Américo.

— De hospital geriátrico o casa de retiro espiritual –estimó Aldo.

— Cristiano Degollado jamás llegará a ser cabeza de partido –opinó Luis reanudando la milonga.

— Cierto –secundó el Cacho y se quedó dormido.

En otra mesa el Tero Bazet y el Turco Harari jugaban al truco con el Negro Porrúa y el Toto Naveyra.

El Tero cantó:

— Por el río Tánger venía navegando un insecto con un estilete en el globo ocular y una…

—El Tánger no es un río –sentenció el Negro. 

— Tánger me suena a ciudad marroquí o a naranja –examinó el Turco.

— A mandarina; tangerina –aclaró el Toto.

— El Tánger es un río del Tigre lleno de mandarinas –aseveró el Tero.

— ¿Tánger? ¿No había querido decir Ganges? –auxilió el Turco.

— ¿El Ganges en el Tigre? –meditó en voz alta el Negro–. Hubiera jurado que está en la India. 

— Donde se bañan las vacas sagradas –especificó el Toto.

— Donde la gente se muere de hambre mientras las vacas nadan –analizó el Negro.

— Donde las vacas se comen las mandarinas –anunció el Tero.

— No son vacas sagradas, son vacas cebúes –corrigió el Turco.

— Bien, por el río Ganges, entonces –prosiguió el Tero–. Venía navegando un…

— La carne de cebú es inmunda, yo la probé en Brasil –continuó el Turco.

— Por eso no la comen, tiene gusto a mandarina –aseguró el Tero.

— En Brasil el vino es peor –condenó el Negro. 

— A Brasil hay que ir comido –reflexionó el Toto.

— Ya que estamos, ¿qué les parece por el río Amazonas? –peticionó el Tero–. Venía navegando…

—¿El Amazonas es más largo que el Nilo? –preguntó el Negro.

— Para los nihilistas, sí –refutó el Tero.

— Amazonas era una tribu de mujeres que montaban muy bien –argumentó el Toto.

— Por el Río de la Plata venía navegando… -No es un río es un estuario –explicó el Negro.

— Por el río Misuri venía navegando… 

—¡Tom Sawyer! –saltó el Turco.

— No, navegaba en el Misisipi –clarificó el Negro.

— Por el río Paraná carajo venía navegando un piojo con un hachazo en el ojo y una flor … 

— Tranquilo hermano –aconsejó el Toto–. Jugamos sin flor.

— Esa rama del Paraná no la conocía –murmuró el Negro.

— Viene el Paraná de las Palmas, el Paraná Guazú y el Paraná Carajo que es afluente del Tánger –informó el Tero–. Envido y truco.

— El Tánger no es un río. Paso y quiero. Alberto Rivera de una patada, hizo entrar un gato al boliche. Enseguida Federico y Mariano que estaban en otra mesa haciendo nada, improvisaron un picadito con el gato-balón que fue a caer sobre la mesa de truco desparramando las cartas.

— Tánger me suena a ciudad marroquí o a naranja.

— A mandarina; tangerina.

Se fueron a las manos.

El payador Luis Reales se quejó:

— Con tanto barullo van a despertar a la mona. 

— Seguro –dijo el Cacho.

— Los gatos no sirven para estas cosas –advirtió Aldo.

El gallego Américo se levantó a repartir trompadas.

Fernando, sus primos y los jugadores de fútbol se plegaron a la contienda.

El gato salió disparando.

Todos contra todos.

Volaron las sillas, las mesas y algunos. 

— Peleando se entiende la gente –musitó el payador.

—¡Eso! –ratificó el Cacho.

Se entendieron.

Fernando recordó qué había ido a buscar y les habló del proyecto. De inmediato, con gran entusiasmo, comenzaron a dictarle noticias de todo el mundo.

El nuevo matutino La Voz de Cristiano Degollado tuvo gran aceptación. El pueblo no se cuestionó si lo que leían era verdadero o falso, crónica o literatura. Se sabía que la información era inventada por los amigos de La Mona Dormida. El pueblo estaba aislado, La Voz era una manera de vivir pendiente, satisfecho o preocupado, de la suerte del mundo.

Se hizo famoso y lo venían a comprar de otros pueblos. Tanta fue la demanda que Fernando tuvo que adquirir otra imprenta.

La Mona Dormida se convirtió en la redacción del periódico. A los amigos se les pagaba por mentir y ya no se jugaba al truco, ni al fútbol con gatos, ni se cantaba bajito para no despertar a la mona.

Fue entonces cuando, en el mejor momento, se dejó de editar.

Todo Cristiano Degollado se convocó frente a la pulpería.

El payador Luis Reales salió a la puerta y como toda explicación dijo:

— No nos daba el tiempo para ser amigos. 

— Cierto –aseveró el Cacho a su lado.

El pueblo comprendió y en La Mona Dormida se reanudaron las disquisiciones entre el truco, el vino y la milonga.

Pasaron los años hasta que a un gobernador sensible no le gustó el nombre del pueblo y lo rebautizó, por decreto, como Coronel Eleuterio Williams. Por suerte, los amigos de La Mona Dormida ya no estaban.

Llegó la ruta, el ferrocarril, el teléfono y telégrafo.

Hoy, los de Coronel Eleuterio Williams, ante una noticia de carácter dudoso, replican lacónicamente: Es la voz de Cristiano Degollado, sin detenerse en el origen de esta frase que han heredado.

Los días de miércoles (1986)

Juan Carlos «Cachi»García Reig

Juan Carlos “Cachi” García Reig
Juan Carlos “Cachi” García Reig
Su obra literaria fue principalmente el microrelato, género en el que se destaca entre los escritores argentinos. Dos fueron sus libros de cuentos: “Bacará” (1983) y “Los días de miércoles” (1986). Sus textos son analizados en tesinas en universidades argentinas y del exterior.La brevedad, el humor y la sorpresa fueron algunos de sus recursos más destacables de sus relatos, que integraron varias antologías aquí y en el exterior. Era, por otra parte, muy localista. Sus historias reflejan ese escenario y los personajes de ambos libros suelen inspirarse en sus relaciones marplatenses.Muchas de sus páginas fueron publicadas una y otra vez en revistas, antologías y libros escolares, siendo textos para nada complacientes con las rutinas literarias propias del universo escolar.Ocupó la dirección del Centro Cultural Victoria Ocampo, ejerciendo dicha responsabilidad cuando lo sorprendió la muerte el 6 de febrero de 1999.

Los días de miércoles

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