La Esquina

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No soy impuntual, Flor, y menos si se trata de vos, lo sabés. Pero esta mañana sonó el timbre de casa y era el cartero que, antes de lo que esperaba, me trajo mi última adquisición: un Kindle papperwhite, una belleza, el reemplazo justo para el lector anterior, el Papyre, obsoleto ya con su botonera, sin wi-fi y sin luz. Firmé la planilla, cerré la puerta y abrí el paquete. Una maravilla: blanco, delgado, liviano. Lo encendí. En la pantalla apareció un saludo y mi nombre de usuario de Amazon. Parece que quiero venderte el aparato, ¿no? En realidad necesito que entiendas por qué hoy me retrasé, aunque haya sido tan solo un minuto. Si hubiese llegado a horario esta conversación sería muy distinta, o no existiría… En fin, ahí nomás bajé la persiana, me senté en el sillón, encendí la luz de la pantalla y quedé asombrado: se leía perfectamente y no molestaba a la vista. Quién hubiese imaginado que la informática haría tanto por la lectura. Compré un libro y me puse a leer. Entonces perdí la noción del tiempo. Cuando me di cuenta de la hora que era, me quise matar. Después de tanto tiempo iríamos a almorzar a nuestro bar, solos, aprovechando tu break del trabajo, mis vacaciones, y que Enzo se había adaptado a la guardería. En realidad, tenía la intención de llevarte a otro lado, también muy nuestro. Estaba seguro de convencerte.

Salí, bajé por el ascensor y corrí hasta la parada de taxis. El chofer eligió la ruta correcta, pasó varios semáforos en amarillo y no cedió nunca el paso. Y, pese a todo, cuando descendí,  llevaba un minuto de retraso. Troté unos metros y me detuve en la esquina esperando que el semáforo cambiara.

 Fue cuando te vi. Estabas a escasos metros, en la vereda de enfrente, y te ibas tomada del brazo por un tipo que se vestía exactamente como yo, caminaba como yo, y parecía yo. Te quise gritar para avisarte que ése con el que vos te marchabas era otro, pero entonces sentí una mano apretando mi hombro y giré. Fue otra sorpresa ver tu rostro en una mujer que con tu propia voz se lamentaba por el retraso y, rápida, ahogaba con un beso suave y dulce como los tuyos un grito de horror que me nacía de las entrañas.

Francisco Costantini
Francisco Costantini
Francisco Costantini nació el 11 de mayo de 1983 en Mar del Plata. Es profesor en Letras por la Universidad Nacional de dicha ciudad y se desempeña como docente de Lengua y Literatura en varios colegios. También es editor de Letra Sudaca Ediciones, y mantiene el blog http://franciscocostantini.blogspot.com. Ha participado con sus textos en revistas y antologías. Actualmente está escribiendo su primera novela.

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