Las luces que adornan el árbol se prenden y apagan, se prenden y apagan, se prenden mientras pruebo la ensalada Waldorf de Susana sentada en la punta de la mesa lejos de todos rodeada de nenes están Larisa Lucas Bautista Genaro Lucía y siento que a veces me olvido quiénes son y otras veces pienso si no seré yo también una nena y se me olvidó como se olvidan tantas otras cosas, casi en un descuido, como por accidente. Pruebo el vitel toné de Estela que vino con Walter me dice este es Walter mi nuevo marido y yo pienso que me recuerda a mi tío Grego pero no digo nada se parece al tío Grego con ese bigote cortado tan prolijito y esa panza que asoma por abajo de la camisa que se abre paso entre los botones que sonríe con unos dientes marrones por el tabaco que le brillan los ojos como si llorara o como si tuviera mucha hambre y a veces preferiría olvidarme le digo a Estela y ella no entiende olvidarlo le digo cambiar de tema entonces cierro los ojos y pienso pienso pienso en dónde estaba.
A veces me cuesta concentrarme. Abro los ojos y Estela ya se fue, el olor a pollo asado con papas lo inunda todo, están los nenes jugando cerca mío, metidos en un lenguaje que a veces siento propio. Se pasan ladrillitos y arman fortalezas cerca del árbol, dicen que van a armar una trampa para cuando llegue Papá Noel, para atraparlo y poder saludarlo. Pienso seguido en esto, en que a veces me cuesta mucho concentrarme, en que ya no es tan fácil como antes: quiero mantener una charla y las palabras se atropellan, a veces salen cuando sólo quiero pensarlas, a veces las pienso nada más y creo que las digo, se mezclan unas con otras, se solapan, como los recuerdos, como los colores en la paleta de pintura de papá cuando nos llevaba a mí y a Lourdes a su estudio cuando éramos chicas mezclándose el rojo el azul el amarillo armando una nueva gama de tonos verdes naranjas violetas el azul en las manos de papá el rojo en la cara del tío Grego cuando tomaba el violeta de los moretones en las piernas infantiles el blanco blanco blanco del lienzo y del vestido de Larisa tan lleno de volados delicados infinitos trato de contarlos pero me superan ella también tiene moretones en los muslos no puedo contenerlos en un número a los volados a los moretones lo intento y me pierdo y de vuelta tengo que empezar de cero siempre de vuelta uno dos tres cuatro cinco seis siete ocho cuatro cinco y dónde estaba.
Larisa, la dulce Larisa, las luces, la risa. Tan charlatana, tan pizpireta, me recuerda a mi hermana Lourdes, que Dios la tenga en su gloria, me recuerda a Lourdes, son un calco carbónico, a Lourdes, que mamá siempre le ponía esos vestidos tan cargados, tan pomposos, tan molestos. Picaban como la gran siete, pero eran tan lindos… y la veo a Larisa y la veo a Lourdes y es acaso posible algo así que la sangre sea tan densa tan cargada tan oscura que se herede de esa forma que se mantenga de generación en generación como si fuera un espejismo la veo a Larisa y la veo a Lourdes que odiaba esa ropa siempre la ensuciaba y la escondía para que no se la pudieran poner los domingos para ir a misa con el tío Grego y la tía Bere que siempre nos querían invitar a su casa y nosotras nunca queríamos no nos gustaba a Larisa en cambio el vestido le gusta se lo muestra a todos sus primos y se lo muestra a Walter y da vueltas y vueltas y vueltas y vueltas y dónde estaba.
Las luces que brillan, se prenden y apagan y la musiquita aguda que se repite una y otra vez. Estela y Lidia cantan villancicos mientras los chicos preguntan una y otra vez cuánto falta cuánto falta dice Lucas cuánto falta para que llegue Papá Noel dice Larisa. Los veo a todos en el living, somos tantos otra vez, qué maravilla, es como cuando yo era chica: una familia grande, ramificada, fructífera. Cómo se ríen todos, qué plato, qué plato, cómo se ríen mientras comen beben charlan entre ellos yo no yo estoy en el rincón lo veo todo nadie me habla soy como un mueble a nadie le importo parezco invisible toda la familia canta villancicos mis hijos nietos sobrinos nueras bisnietos está Estela está Lidia está Walter Jorge Carlos Julio Rodo Clara Lili Susana Lourdes Estela el tío Grego la tía Bere Nora Lidia los cuento somos doce trece catorce quince nueve diez dónde estaba dónde está Larisa dónde está el tío Grego con ese bigotito y yo dónde estoy yo dónde estaba.
La mesa se llena de turrones y confites, aparece el pan dulce, la sidra, el aroma a mantecol domina el ambiente y le preguntó a Susana por qué traen todo eso si todavía ni cenamos. Sí mamá, me dice, sí cenamos, no te acordás, si comiste el pollo relleno de Lidia y el vitel toné de Estela y mi ensalada Waldorf y yo me indigno si hubiese cenado me acordaría nena mirá si no me voy a acordar yo tengo muy buena memoria me vas a decir vos si cené o no yo me acuerdo de todo recién me acordaba de cuando eras chica y se murió el tío Walter y me di el gusto de no ir y Susana me corrige y me dice eso fue con el tío Grego Walter es el marido de Estela y yo le pregunto quién es Estela y ella suspira se va resoplando qué le pasará a esta chica ahora y los chicos dónde están los nenes y yo dónde estaba.
Están ahí, en el patio, los nenes y los grandes. Susana viene a buscarme para salir con ellos, le digo no gracias, no puedo levantarme, el calor es agobiante, tengo el abanico a mano pero no hay manera, ni siquiera con el ventilador afloja, tengo la presión por el piso, el mareo me aplasta. Ya se escuchan los fuegos artificiales anticipando las doce, las bombas de estruendo, las cañitas voladoras. Todos salieron y me dejaron sola otra vez, ni me preguntaron, me tratan peor que a un potus. El perrito de Susana se me acerca y pide upa, está temblando, tiene miedo, pobre bicho, ya ni me acuerdo cómo se llama. Walter sale al patio ahí está de nuevo esa sonrisa de dientes marrones y Larisa con ese vestido blanco tan blanco y los moretones violetas que se asoman por abajo del vestido todos gritan que está por llegar Papá Noel ya llega ya llega ya llega y llega Estela cargada de bolsas me dice vamos nona ayudame a acomodar los regalos pero yo sólo pienso en Lourdes que se fue con el tío Grego se la llevó al cuarto aquel día y después se escucharon los gritos y los golpes y la explosión de los fuegos artificiales y los gritos de que ya llegó Papá Noel y la tensión y aparece Susana que me pregunta mamá por qué estas llorando y le digo que son las fiestas que me ponen sensible y dónde está Lourdes que no la veo y Susana me dice que Lourdes está muerta pero yo la vi irse con Walter al cuarto recién esa es Larisa mamá y dónde está Larisa ahí está volviendo con el tío Grego él sonríe y ella está seria adónde estaban le grito pero sólo lo pienso adónde estaban sinvergüenza adónde estaba.
Papá Noel, sí, me faltan las avellanas, Calabria, buena fortuna, protección, ya están los regalos, los nenes volvieron adentro y celebran. Empiezan los brindis entre los grandes mientras los nenes abrimos los juguetes nuevos, Lucas tiene un camión nuevo, Bautista una raqueta de tenis, Lucía una muñeca, yo tengo las avellanas y Larisa está seria, con ese peluche en la mano se parece más que nunca a Lourdes. Me da la mano y me dice nona cuánto falta para las avellanas está muy seria por qué no sonríe y entonces me acuerdo que ya son las doce me levanto por fin agarro la bolsa con las avellanas que junté del árbol del fondo en otoño los chicos se reúnen me miran todos expectantes y empiezo a tirarlas al aire una tradición calabresa que trajo mi papá él las tiraba al aire y nosotros las juntábamos porque no tenía dinero para comprarnos juguetes esa fue una época muy dura esos frutos secos fuera de temporada eran el mejor regalo auguraban buena fortuna nos daban una protección cuantas más juntáramos más fuerte el rito y Lourdes esa noche no juntó nada me parece verlos a todos de vuelta a la espera a mis hermanos a mis primos a Lourdes llorando pero no es Lourdes es Larisa Larisa llora Lourdes se ríe se me mezclan las dos con sus caras tan dulces y sus vestidos tan blancos tan llenos de volados y las avellanas vuelan y yo grito con ella lloro de rabia porque sé bien lo que hizo el tío Grego sé muy bien lo que hizo Walter ese hijo de puta con Larisa pero nadie me escucha nadie me siente así que lloro mientras todos consuelan a Larisa y las avellanas repiquetean contra el piso los nenes las juntan entre risas y dónde estaba yo cuando el tío Grego se llevó a Lourdes dónde estaba yo cuando Walter se llevó a Larisa dónde estaba yo mientras las luces se prenden y apagan se prenden y apagan se prenden y dónde estaba dónde estaba dónde estaba.
Tomás Rodríguez