Antes de Nochebuena

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Lo de la reja había sido un sueño. Apenas me desperté, fui al patio: no había ninguna reja que cubriera toda la parte superior del pequeño lugar. Había soñado que la vecina nos había regalado una persiana metálica que se desenrollaba y cubría todo, como si fuera un techo. Al parecer ella la había instalado y yo la encontraba en la mañana y había visto también su cabeza asomada en la medianera, detrás de la reja. ¿Viste lo que hicimos hoy? Es para que no tengan miedo a los ladrones. Fue todo tan real que por eso al despertarme fui directo a ver si estaba la reja. Es que ella sabía lo que había pasado aquella noche en el verano, aquella noche antes de Nochebuena, sabía que anduve descalza en el asfalto, en la vereda y sin querer entrar al departamento y sin poder dar detalles de nada porque no me salían las palabras, solo un llanto cuando intentaba explicar y sabía que yo, desde aquella noche, dejaba encendida la luz de afuera y una del interior del departamento durante la noche.
Cada vez que escuchaba un ruido que provenía del patio, tal vez era de su casa pero al escuchar el mínimo ruido sospechoso, me dirigía a la puerta de entrada, la llave ya estaba puesta y lo único que debía hacer era tomar el celular, abrir la puerta y salir a pedir ayuda. Tenía que lograr llevarme la llave, así podía abrir la reja de la entrada. Y llamar a la policía escondida en algún lugar, tal vez en un porch de una casa y luego avisar a los vecinos.
Algunas noches solo escuchaba ruidos no tan sospechosos, entonces me sentaba en la cama, me apoyaba en el respaldo y ahí me quedaba, vigilando el pasillo, miraba el reloj y tal vez pasaba una hora o más tiempo. Permanecía quieta, mirando al final del pasillo, transpirando y sentía cada vez más los latidos del corazón y la sangre que me corría caliente y silenciosa por cada parte de mi cuerpo que apenas podía moverlo, solo mi pecho se movía acelerado, se oía el aire, que salía fuerte por mi nariz. Me aliviaba ver la cabeza de mi perra envuelta entre las frazadas, en el fondo sabía que si su cabeza y sus orejas permanecían quietas era porque no había peligro, que los ruidos no eran peligrosos. De todas maneras yo vigilaba.
Aquella noche, antes de Nochebuena, las perras me avisaron, yo me di cuenta, porque ellas ladraron y no se dirigieron al patio de adelante, comenzaron a ladrar las dos juntas, el caniche y mi amorosa Gala. Yo estaba recostada en el sillón del living y ellas descansaban en mis piernas, de golpe comenzaron a ladrar entonces miré hacia la puerta vidriada del patio, pero en esa milésima de segundos, lo supuse, vi que ellas ladraban hacia adentro de la casa, caminaron hacia el pasillo que va a las habitaciones, en ese instante, escuché apenas el sonido de la puerta corrediza de la habitación de Sofía, por segundos pensé que tal vez ella había vuelto y yo no me había dado cuenta. Las perras insistían con el ladrido, y entonces vi que su insistencia era mutua y firme y sus ladridos y sus pasos se dirigían al pasillo y entonces el suave ruido de la puerta y entonces vi la oscuridad de la noche en la ventana y vi como ellas juntas entre ladridos insistentes se internaron en el pasillo sin dejar de ladrar y los ladridos eran más fuertes y no vi más sus colas y de golpe vi que sus colas aparecían otra vez, sin parar de ladrar, iban retrocediendo, sus cuerpitos medianos movían la cola y retrocedían, como si alguien les estuviera cerrando el paso, ahí me di cuenta realmente, al ver retroceder las perras con el insistente ladrido, retrocedían moviendo la cola, en ese segundo donde sucedieron un montón de cosas supe que había alguien, sí, había alguien, estaba segura, y vi aparecer despacio, al hombre robusto, morocho, moviendo suave un destornillador, las perras lo rodeaban moviendo la cola, lento, entró el hombre al comedor. Él agitaba el destornillador, nos miramos fijo, su mano en alto movía el destornillador grueso, shshsh no me mires, no me mires y se ponía la mano en la cara, el tiempo se detuvo y lo vi, oscuro con mucho pelo y corto, sus labios gruesos hacían shshshsh, con su dedo delante y hacían shshshs, grité, fuerte pero nadie oyó, shshsh no me mires y el destornillador se movía, pensé que era mi último día de vida, no sabía a qué había venido, el tipo se acercó al sillón y en segundos yo ya no tenía el celular en mis manos, vi que se lo guardó rápidamente dentro de su campera de cuero marrón, shshsh dame todo lo de valor y los dólares, no me mires, tenía ganas de dormir, quedarme en el sillón tapada con la manta y durmiendo hasta que se vaya, tapate la cara me decía, no sé qué darte, no tengo nada, quería dormir mi cuerpo se había ablandado, tenía calor, sueño, shshsh dale dale , me busca la policía y me tengo que ir, no me mires y dame todo, dame todo, agitaba el destornillador y acercaba su cuerpo grande al mío. Me miraba fijo con los ojos negros, me miraba fijo, levantaba su mentón y se acercaba hablando, acercaba su pecho, su cuerpo, agitaba el destornillador y repetía no quiero ser violento con vos, fuimos al cuarto de Sofi y vimos el desorden de cuando alguien llega de viaje, valijas y bolsos por todos lados, la cama revuelta porque Perry había hecho pis sobre la cama, las puertas de los placares estaban trabadas con los bolsos abiertos de recién llegada, nada tengo, dame lo de valor y no quiero ser violento con vos, no sé qué darte, me agarré la cabeza para pensar, no sabía que le podía dar, fuimos a mi pequeño cuarto, las prendas que no entraban en el ropero amontondas colgaban en una silla junto al mueble con los cajones semiabiertos, abarrotados, las bolsas grandes con cosas para donar y libros por todos lados , dame los dólares, repetía una y otra vez, su mirada se dirigía al ropero y a mí, la guita dame guita, sé que tenés, tal vez se dio cuenta que era casi imposible llegar al ropero o abrir cualquier bolsa, los espacios eran pequeños y las cosas brotaban por todos lados, no sé qué darte, mirá cómo vivo, no sé qué darte, me toqué los anillos de oro en mis dedos, pero el hombre no se había dado cuenta de eso, apurado iba y venía al patio tresero y luego iba hacia la cocina, a la puerta del patio delantero, mirá para allá, quedate ahí, quedate ahí. Mirá allá, mirá para allá y señalaba la pared. Miré la pared. Me quedé de espaldas a él que iba y venía desde el pasillo que da a los cuartos, hacia el patio delantero y pensaba en el destornillador, en lo ancho que era, que una perforación con fuerza, su fuerza de enojo, en la piel tal vez sería mortal, no sé si dolería, mi cuerpo ya estaba anestesiado, temblaba, no podía pensar bien, dejé los brazos duros por si se me acercaba, podría atajar el destornillador, pero luego tomó todas las llaves que estaban sobre la mesa, escuché ese ruido y luego un silencio y luego unos pies contra el piso, como si huebiese saltado la medianera de adelante , o a lo del vecino de al lado. También pensé, que tal vez se quedó escondido en el baño, o al final del pasillo o en los cuartos, para esperar a hacer algo más, pero escuché un intenso silencio y luego los perros ladraron y se dirigieron a la puerta de entrada, que daba al pasillo de afuera, donde están los demás departamentos, y ladraban, y escuché la voz del vecino y abrí la puerta rápido y me alejé, temía que estuviese ahí, pensé que me encontraría al ladrón furioso, pero estaba el estudiante del fondo, cargaba una mesa de luz, salí descalza, no me salía la voz, el chico me miraba. Un hombre en casa, está por acá, por acá, en los techos o detrás de la medianera, no lo sé, hay que salir. Corrimos hasta la vereda, tiene un destornillador. Las perras ladraban, andaban por la calle, pasaban autos, era morocho grandote, me decía que le dé la plata, las cosas de valor, agitaba el destornillador, no sé por dónde se fue, tal vez anda por los departamentos.
Sofía se quedaba en la puerta de entrada preparada para salir a pedir ayuda . Yo con la escoba revisaba el baño, luego su cuarto y luego el mío. Nadie, le gritaba desde mi cuarto, entonces cerraba la puerta de entrada. Corrimos la mesita ratona durante varias semanas y tirábamos los colchones en el living, todo tenía que estar como lo planeábamos antes de ir dormir, las sillas encajadas en el picaporte de la puerta del pasillo que da a los cuartos y en la que da al patio delantero, las perras con nosotras y las luces del comedor y de afuera encendidas, tardarían en hacer las rejas, solo había presupuestado la del patio de atrás, eran muy caras, pero de a poco cubriríamos toda las casa hasta el ventiluz del baño, mi hija se dormía primera, y yo no, creo que no dormí las primeras noches desde aquella vez, solo miraba a Gala y Perry descansando y desde ahí, desde el colchón se veía iluminada la medianera, yo vigilaba, mi celular a mano siempre cargado y las llaves de la puerta de entrada puestas, lista para salir, a mi cuñada la asaltó un muchacho rubio y de ojos celestes, me comentó una amiga, y claro cerca de las fechas de navidad, las fiestas, necesitan el efectivo para comprar regalos o alimentos para festejar, dijo otra. Mi pecho parecía cerrarse en el medio de la noche, la medianera se veía Iluminada desde ahí, las perras dormían, el caniche permanecía muy quieto debajo de los brazos de Sofía, te voy a pasar seiscientas fotos para ver si está entre ellos me había dicho el fiscal, son muchas caras será difícil reconocerlo, dije. Si su cara está acá, lo vas a reconocer, agregó. No me hizo nada, solo movía el destornillador y me decía dame las cosas de valor, dame la guita. La cocina brillaba por el sol que iluminaba esa mañana, las perras dormían, me levanté corrí la silla que trababa la puerta del patio. Me fijé si estaba la reja, en la parte superior, solo vi un hermoso cielo, observé la medianera, sentía ruidos de agua y escoba, la vecina estaba baldeando su patio. Las perras salieron y ladraron. Mi vecina dijo Hola, Gala. Yo mire hacia arriba, no había ninguna reja, el cielo estaba celeste. Era un hermoso día de verano.

Ignacia Sansi

Ignacia Sansi
Ignacia Sansi
Nació en Córdoba el 4 de Noviembre de 1973. Desde 1974 reside en la ciudad de Mar del Plata. Cursó sus estudios secundarios en el colegio Nacional Arturo Umberto Illia. Se recibió como profesora en Artes Visuales y Realizador con orientación en Pintura en la escuela Superior Martín Malharro. Participó de los talleres literarios del escritor marplatense Daniel Boggio. En Buenos Aires asistió al taller literario del escritor Vicente Battista. Actualmente se desempeña como profesora de Educación Plástica en Escuelas secundarias Municipales y Provinciales. Recibió distinciones como Artista Plástica. Su libro de cuentos "Penumbras" obtuvo el Primer Premio de literatura Osvaldo Soriano 2007 en Mar del Plata. En el año 2014 el escritor y director de cine y teatro, Edgardo González Amer, adaptó los cuentos Mi amiga Macu, Calefón, La sonrisa del Delfin y EL Gay para la obra de teatro Muertas de Amor, una comedia de desencuentros amorosos, basada en estereotipos y protagonizada por las actrices Anahí Martella y Karina Antonelli. En 2015 publicó el libro de cuentos Cretinos (Editorial Gogol). En 2018 publicó “Tomate el 29” (Editorial Gogol)

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