Como tantos, fui y vine a Mar del Plata. Hace unos días, me tocó volver a caminar por los lugares de siempre y, antes de dormirme, mientras escuchaba los autos que atravesaban la avenida Peralta Ramos con música embravecida, pensé por pensar una frase de esas que suenan como sentencias densas y contundentes. De la misma manera que la pensé, se la mandé por mensaje a un amigo moderno: #YoSoyMarDelPlata. Seguramente se me proyectaran mil y una historias de mi infancia con mis papás y mis hermanos, con los amigos de la secundaria, con las caminatas íntimas por la costanera, con trabajos varios, en congresos académicos muy serios para cuando uno se hace grande, y en el Ciclo Planeta.
Me detengo más de la cuenta en esto último, porque me permite hablar no solo de lo que pasa ahora sino también de lo que pasó. Solía ir a visitarlo, me encantaba la previa, estar ahí y haber ido (no es muy fácil que eso ocurra con las cosas). Un día también ahí me tocó volver: me llamaron para estar del otro lado del escritorio, pero eso no es lo más importante de esta historia, salvo como agradecimiento a quienes apasionados lo organizan, a las autoridades de la editorial Planeta que confían en nosotros y a Facundo Manes, quien me dio la oportunidad de acompañarlo, de escribir libros con él, de aprender de él.
Hablo sobre Mar del Plata y me doy cuenta de que algo de todo esto había querido decir con esa frase que le mandé a mi amigo. Porque sí, como botón de muestra, en ese montón de momentos, se dibuja bastante el recorrido de tantísimas vidas. Lo digo mejor. Hay una palabra muy musical referida a las figuras retóricas, “sinécdoque”, que se usa para definir la parte por el todo (por ejemplo, “ganarse el pan”). Cuando se ve su rastro en las historias personales, pero también en los grandes procesos sociales de la Historia que dejaron huellas en su geografía, en su arquitectura y en sus tradiciones, nos damos cuenta, más bien, de que Mar del Plata es una sinécdoque de la Argentina. Que, de alguna u otra manera, #MarDelPlataSomosTodos.