La peatonal

Existe un pedido constante. Existe la mochila delante del pecho. Existe el «No, gracias» cinco veces en la misma cuadra. Existe el horario de corrido en los locales. Existen amputaciones en tres personas con su lata de monedas. Existen voces que gritan «Cambio cambio». Existen colchones en los recovecos. Existe el consejo de un vendedor ambulante a otro «No se viene empastado a trabajar». Existe una garita policial vacía. Existe el humo de distintos cigarrillos. Existe el comentario de un vendedor a un no cliente «Gracias por no discriminarme». Existen hombres que persiguen con su mirada a mujeres. Existen galerías. Existen luminarias esféricas. Existe un Sacoa. 

La peatonal San Martín en la ciudad de Mar del Plata abarca siete cuadras. Se extiende desde la playa popular hasta la Catedral. Durante esas cuadras el ofrecimiento gastronómico y comercial que puede ir desde venta de ropa hasta electrónica, permite que sean transcurridas a paso lento.

Se inauguró en 1979 con dos ideas opuestas: aquellos que buscaban atraer turistas de manera imperiosa, y por otro, los que creían en el invierno desértico sin ventas. Ambas ideas hoy se cumplen; si bien no es desértica la palabra, sí baja la cantidad de transeúntes, más llegando a la noche porque aquella garita policial vacía, ubicada en una torre que parece más un baño químico que un espacio de seguridad, los decks de madera dañados, las luminarias rotas y el reclamo de los comerciantes por encontrarse en estado alerta a las ocho de la noche, dan testimonio de una realidad que enfrenta un desafío. Así, el equilibrio entre atraer visitantes y mantener la vitalidad del espacio se ha vuelto una tarea urgente y compleja.

Sin embargo, están las personas que la habitan a diario. Pareciera que la peatonal representa una alfombra en donde no se puede ocultar lo que está debajo: a los perjudicados, dañados, rotos, e invisibles para la ciudad que los entiende como parte del paisaje. A cada paso se levanta el polvillo, se mira una vidriera; otro paso, se levantan partículas y se compra una prenda; otro paso y otro, hasta terminar frente a la Catedral, y en ese desfile de consumo, la alfombra sigue cubriendo. 

En verano figuras del teatro recorren la peatonal con brillos, plumas y vestidos exuberantes, presentando al turista su tarjeta con descuento para el show. En otras calles están los artistas independientes, magos específicamente que logran armar una ronda de gente. Son quince minutos en donde tienen la atención completa de los turistas. No puede haber error, siempre la risa y al finalizar su número hacen pasar la gorra. 

La peatonal no consiguió sostenerse en el tiempo. El asesinato de un adolescente. El abandono estructural. La pobreza en primera plana. El municipio pide licitaciones pero nadie responde. Mientras la imagen es esta: despoblada y gris. En aquellas dos ideas opuestas de sus inicios, no se tuvo en cuenta una tercera: la competencia. Por ejemplo la calle Martín Miguel de Güemes se convirtió por fuerza social en una peatonal. Las primeras marcas con vidrieras gigantes, sus calles sin baches, los bancos coloridos en algunas esquinas, las cafeterías y hoteles con un alto nivel de consumo, y allí están los que antes caminaban por estas calles. 

En esta tercera idea, la peatonal queda desdibujada en lo estético y en lo social. Güemes representa el piso parqué, no pareciera que oculta nada debajo, todo es visible, los zapatos que la recorren brillan, las marcas resaltan en cada pantalón y campera. Mientras la peatonal San Martín es un territorio para la supervivencia de los que están bajo la alfombra. Salen de la oscuridad, del polvo, y buscan. Es un territorio de búsqueda. 


Ana Luz Arrieta

Ana Luz Arrieta
Ana Luz Arrieta
Nació en Los Toldos, provincia de Buenos Aires. Estudió en Junín el profesorado de Lengua y Literatura. En 2019 se mudó a Mar del Plata para desempeñarse como docente de Prácticas del Lenguaje y Literatura en escuelas secundarias. Publicó su primera nouvelle, Los restos, con la editorial Vinciguerra. Recibió en el proceso de escritura el acompañamiento de la poeta Evangelina Aguilera. En 2023 publicó una serie de crónicas sobre Mar del Plata para el diario La Capital. Es coordinadora de Tertulias literarias un proyecto que organiza lecturas en diversos espacios de la ciudad de Mar del Plata. En 2024 se incorporó al plantel docente en Taller de Corte y Corrección, a cargo de Marcelo di Marco y Nomi Pendzik.

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