Anoche fue la noche más rara de mi vida. Yo estaba jugando en mi pieza y entró mi tío Omar y dijo vamos afuera que se rompió la antena. Mi tía escuchó y dijo pero Omar está por nevar, ¿por qué no van mañana? Mi tío dijo ¿estás loca? ¿Querés esperar hasta el verano para ver algo? Mi tía se fue a cocinar. Mientras me ponía la campera y la bufanda, mi tío dijo después te doy para figuritas. Me puse contento. Entonces salimos. Afuera hacía mucho frío. El cielo estaba muy negro. Mi tío trajo las herramientas y dos linternas y caminamos por el campo. Atrás de donde guardamos el camión, está la antena. Parece lejos pero se llega enseguida si uno va rápido.
Como no vi ninguna de las ovejas dije tío ¿dónde se metieron las ovejas? Él estuvo un rato sin hablar y después dijo están escondidas. Le pregunté de qué se escondían. Y mi tío no me contestó o capaz no escuché porque justo había mucho viento y se me fue la bufanda a la cara. También me di cuenta de que no andaban ni el Negro ni Mascarita. Era muy raro no sentir la trompa de los perros en la mano, más que nada del Negro que es más de jugar. Pensé que estaban escondidos con las ovejas. Lo que pasó después es que llegamos a la antena y mi tío dijo subo, vos iluminame con la linterna y si te pido me alcanzás una pinza o lo que sea. Y ahí, cuando él trepó la antena, es que empezó la noche más rara de mi vida porque en ese momento aparecieron las luces en la casa de los vecinos.
La casa de los vecinos está a dos cuadras para el lado de las sierras. Antes no vivía nadie hasta que un día vino la chica rubia con el hombre de pelo largo. Eso es lo que me acuerdo de ellos, no los conozco mucho porque mis tíos no dejan que me acerque a la casa. Lo que yo vi anoche es que había unas luces que subían y bajaban por el cielo, luces muy rápidas que iban de acá para allá. Costaba un montón seguirlas. Y después o al mismo tiempo se escucharon ruidos muy extraños. Le estaba por decir a mi tío pero no hizo falta porque cuando miré para arriba, él estaba mirando la casa de los vecinos con cara de preocupado. Le pregunté si sabía qué eran esas luces y esos ruidos y él me gritó que no eran nada y se le cayó la pinza. Dijo una mala palabra. Yo me reí pero él me gritó que fuera urgente para la casa. Le dije pero no terminamos, ¿no querés que te alcance la pinza? Él gritó que no, que corriera y le diga a mi tía que cierre bien todo. Le hice caso porque me di cuenta que algo misterioso estaba pasando y caminé lo más rápido que pude, pero igual pude escuchar que en la casa de los vecinos alguien gritaba, seguro la chica rubia. Me dio miedo. Corrí y me caí. Las luces me pasaron cerca, por arriba de mi cabeza. Después se apagó todo. No hubo más luces ni gritos. Lo que sentí fue que algo iba por el camino, como si fueran autos, pero no los vi, eran como autos que andaban a toda velocidad por lo oscuro, sin chocarse con nada.
Pensé en las ovejas y en los perros, si estarían metidos todos juntos en el escondite. Después corrí a casa. Mi tía estaba al lado de la puerta. Apenas entré, cerró con llave. Me preguntó por mi tío. Está en la antena, dije. Ella se puso las manos en la boca. ¿Qué pasa, tía? pregunté. Nada, dijo. Nada. Era en la casa de los vecinos, dije. ¿Les habrá pasado algo? ¿Por qué gritaba la chica? Basta, dijo mi tía, terminala, ¿querés?, sacate la campera y ponete al lado del fuego, que te vas a enfermar. Al rato vino mi tío. Le sangraba una mano. Dijo la pude arreglar.
Comimos sin hablar mucho. Después mi tío se sentó en el sillón y puso la televisión. Me senté al lado. Le iba a preguntar sobre las luces de afuera pero al final le pregunté si era verdad que había televisores a color. Él dijo que sí pero que por acá no. Que seguro en la Capital. Mi tía lavaba los platos. Cuando terminó se sentó con nosotros. Esa mujer es Pinki dijo mi tía, qué linda es. Yo pensé de qué color sería el pelo de Pinki. Mi tío arregló bien la antena porque apenas se veían una o dos rayitas.
Mauro De Angelis