Fin de fiesta

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Se fue el último invitado, y la casa queda quieta.

Me siento a tomar una copa de champagne y fumar el último cigarrillo antes de empezar a ordenar. Es el momento de mayor deleite, revivir esas horas de bullicio, ruido, palabras enlazadas por entre las cabezas, miradas turbias por el alcohol y el humo, cinturas que se arquean ajustándose a ritmos de manos desconocidas, cuellos que se mecen al son de la seducción, párpados semicerrados en un gesto que provoca aceptación. 

Saco la botella pequeña del congelador; siempre tengo esta precaución, comprar y guardar una medida exacta para mí, luego del descontrol de los otros. Durante la velada no he bebido, me seduce la sobriedad para jugar con las intrigas que sobrevuelan el ambiente. Hago un paneo por el jardín, hay más envases allí que en la sala. La noche estaba espléndida y la brisa acompañó la melodía apenas audible, justa, para crear el mejor entorno (fijate que arriba te pasé la música que sonaba mientras me acercaba a este clímax – me vas a entender). Estaban todos los compañeros del Zoom de estos últimos cuatro meses: el matrimonio Venezolano que vive en Capital – ella pinta divino, si sí, Sarita y Jorge ¿te acordás de ellos? Ah, y Yoly que se quedó varada en pandemia en Panamá, un encanto de persona. Un lujo de amigos, compañeros de oficina, el exjefe que pretende pasar a una categoría de nouveau amante y no se da cuenta de nada. 

¿Habrá estado bien el servicio de sushi que encargué? La team-leader y tocaya Lau J. ama los bocaditos japoneses y le preparé de postre todo de chocolate; se apareció con Fanny, Norma y Nora (que no sale con frecuencia, pero se animó). Vinieron los chicos de la casa de vinos de la esquina, e hicieron cata con la nueva bodega, eso sí que nadie se lo esperaba, quería que todo fuese innovación, creatividad, sacar la cabeza del tupper, pensar con el otro cerebro. Presenté a Soledad, la traductora que tiene el proyecto de las bodegas del Valle de Uco; quedó ensimismada con las uvas y las copas que trajeron; creo que les pidió una para su colección y me parece que ya tiene cerrado el contrato. Le dije que invitara a Agus, Agos y a Caro: vinieron todas, más no podía pedir. Los tuve cerca a todos, pasará un buen tiempo sin que nos veamos, sin que nos perdamos en los 297 mensajes del grupo de literatura, y sigamos hilando la conversación: mágico.

Terminé el puchito del after – es el sabor del disfrute total. Tomaré lo que queda después de ordenar. No hay que tanto para hacer: el sushi venía embandejado en unas descartables soñadas – ya se tiraron; solo lavar las copas nuevas que conseguí en la feria de Plaza Rocha, y los pocos cubiertos.  ¡Ah, los manteles! esos van a tintorería directo. 

 

Me detengo unos minutos en la caja de bombones que mandaron desde Gerencia; por favor, no se puede creer; me tiento con uno que se hacen cinco: licor, mazapán, marroc, de naranja y chocolate… ¡basta!

Guardo la escasa vajilla, dejo las copas secándose sobre la barra, guardo los cubiertos fashion que compré en la época de la híper – ¿se acuerdan?, junto con los petit muebles para el escritorio.

Listo, 3 de la madrugada, últimos sorbos del Extra Brut Nature, vuelas las sandalias altas, me tiro literalmente en la reposera de la galería. Me quedé a dormir allí. La noche daba para más pero el candidato tuvo seminario en La Plata, ¿no puede elegir quedarse una vez en la historia? Prometo ponerlo en doble cuarentena forzada…pero si llama… mejor lo atiendo y borro el histeriqueo.

Entre sueños, un relato de todo lo vivido; por los poros minúsculos, las sensaciones de esos abrazos que nos tenemos que dar a cada rato; resuenan voces: en tonos nuestros, o extranjeros; vestidos casual o de fiesta.  Cerrar una etapa de laburo así te da ganas de organizar despedidas cada fin de semana. 

Fue celebrar haber dado más que lo que te piden para una entrega, fue compartir lo mejor que hacés a cada instante, reir y humedecerte los dedos con las lágrimas gregarias; contar las anécdotas una y mil veces, pidiendo repetición; aplaudir a los que salieron a bailar chill out y luego tango, todo junto. 

Siento que me abrazo a cada pertenencia de vida.  Es un buen fin de fiesta.

Laura Spina

Laura Spina
Laura Spina
Nació en el Barrio de San Telmo, ciudad de Buenos Aires, Argentina, el 12 de junio de 1961. Ese mismo año, su familia se establece en Mar del Plata. Estudió Profesorado de Inglés en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Trabajó en diversas empresas y en docencia estatal y privada. Fue Directora General de Equidad y Calidad Educativa, y de Discapacidad, en la Municipalidad de General Pueyrredon. Participa de la vida socio-cultural y educativa de la ciudad. Escribe desde la adolescencia. Su narrativa condensa la visión atenta del entorno social y la poesía muestra las búsquedas más intensas del ser. Transita combinando varias pasiones: la literatura, las clases de comunicación y cultura en inglés, las plantas y el café con canela. Con la publicación de su segundo libro, invita a los lectores y escuchas a que sean protagonistas de situaciones cotidianas y casi propias, tanto como las que se brindan en los cuentos, relatos y poemas de este libro-objeto cultural. En este "Fin de fiesta", la autora propone recorrer sus páginas permitiéndose flexibilizar su estilo y la estructura convencional. El tiempo está organizado desde el año anterior al aislamiento (2019-2020), y se aventura hacia el futuro. Laura escribe acompañada de música, y nos regala también su selección de temas para que el vínculo entre ella y los lectores adquiera mayor fortaleza (playlist en Spotify con el mismo título del libro y nombre de autora). Las melodías pretenden encontrar el clima exacto para revivir el contacto que en estos últimos meses fue menor; con ansias de que las palabras, la imaginación y el vuelo de ideas sea posible entre la comunidad de mujeres y hombres que tomen el desafío gregario de la lectura.

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