Sin opinión del tiempo

“Se sabe que una mano abierta no esconde nada, no guarda ningún secreto”, decía siempre mi viejo. Y hablaba de ellas como aquellas que mostraban una acción concreta: marcar el camino a seguir.

Cada vez más seguido me descubro entre cosas viejas y cansadas, días en que perdí algo. Cosas que en ese ayer, no sabía ni para qué, ni por qué, debía guardarlas. Hablo de sueños, días, noches, anhelos o nombres que, sueltos ellos, quizás no signifiquen nada. Pero en estos días, donde algo los reúne en mí, cambian notable y sensiblemente su color y su dolor.

Color y dolor que, por otro lado, ya no molesta tanto al asumir que no me pertenecen, ni siquiera cuando busco inventarme la sensación del  rozarlos con mis dedos.

Todo aquello se convirtió en tiempo. En mi tiempo. Es decir, uno indiferente a todo el resto. Así, sin más explicación que la vida, hoy se muestran ausentes al olvido que me acaricia.

Y en esa búsqueda, siempre aparecen las preguntas. Preguntas del hoy que busco responderme con el ayer. ¿Para qué lo guardé? ¿Por qué intenté retener cada sueño, cada noche, cada gesto, cada nombre? ¿Por qué no aparecen respuestas? ¿Por qué no acuden a mí salvadoras llegadas?

Debe ser porque no hay suficientes palabras ni tamaña memoria para esquivar el olvido de aquello  que creí que nunca perdería.

Ya hace un tiempo que un ventarrón me arrancó a mi viejo. Hoy, entre lo perdido y lo añorado, busco sus manos. Haría todo para jugar con el tiempo del tiempo  y poder rozar de nuevo esas pequeñas manos de grandes cosas.

¿Qué pensaba él mientras yo sostenía sus manos? ¿Qué sentía yo al recibir sus escasas caricias? Recuerdo manos que rara vez tomaban las mías. Manos negras, bien fuertes, bien gordas. Con sus dedos cortos. Manos frías de invierno, de trabajo. Manos de mate ‘siestero’, leña y pinturas. Pacientes ellas, pero que en esa paciencia enseñaban todo. Manos que hasta cuando no hacían, hacían.

Yo era el futuro de ellas. Y es mi presente quien quiere poder volver a tomarlas de nuevo. Sentirlas y verlas dibujar la única casa que sabía bosquejar. Sentirlas y confiar porque me llevan de los hombros como sólo ellas lo hicieron.

Nada pasa. Nada me pasa. El tiempo se niega. Me lo niega.

Esos sentires, aquellas manos,  ya son mi tiempo. Su futuro era estar conmigo. Del otro lado está mi infancia. ¿Cuándo a uno se le termina la infancia? ¿Se le termina o la pierde?

El darse cuenta, el sentir después de pensar ese momento viene de visita más adelante. En silencio revisitamos esos momentos del inicio del fin. Dejamos partir aquel niño que éramos. Nos damos cuenta, dolorosamente, que ya no podemos regresar.

Nos duele al traerlo porque nos importa como testimonio de las deudas que acarreamos con aquel niño que fuimos. Cada tanto lo convocamos. Y al llegar en ese juguete viejo, en ese libro o en esa foto, su mirada nos dice todo (¿podemos sostener esa mirada?)

En mi caso, ese instante con el que hoy me encapricho en escribir, tiene que ver con aquellas manos. Las mismas que estando en la cama tan blanca de la clínica, agarré y, como siempre, apreté suavemente. Fue la despedida. Fue el permiso para que dejara de insistir con algo sin sentido. Sus ojos pequeños me miraron y me sonrieron. Y yo sabía que era lo último que verían. Y yo sabía que era la última vez que me vería en su mirada:

-Ya está. Te esperan. Gracias por traerme hasta acá.

Me sacaron de la habitación y, al cerrar la puerta, supe, sentí, que aquel niño que fui quedaba con él. Sus ojos se cerraron. Sus manos se aflojaron. Y el niño que me trajo hasta acá, acompañado por él, también se despedía de mí. Ya no miraría las cosas igual. Ya no sentiría manos iguales.

Hoy quise traerlo para ver si podía sentirlas igual como adulto o ver si recupero las sensaciones de pequeño. El tiempo no opina. Mis recuerdos van perdiendo peso. El ayer cuenta lo que somos, a veces pidiendo disculpas y a veces pidiendo permiso a lo poco que han dejado en mí las circunstancias.

Bernabé Tolosa
Bernabé Tolosa
Es periodista y profesor de lengua y literatura. Dio clases en nivel secundario y terciario. Actualmente es docente en la Universidad Nacional de Mar del Plata en la Tecnicatura Universitaria en Comunicación Audiovisual. Hace radio y escribe sobre libros en el diario digital O223.com.ar

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