A espaldas de Dios

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Moisés tiene una piedra y llora, llora furiosamente. Desde la cima del Pisgá, el llanto brota y se hunde rápido en los pliegues sinuosos de la piel árida, quemada por el rigor de los años y el desierto; las lágrimas que sobreviven al recorrido caen sobre la boca y penetran, espesas, en el labio superior con un sabor muy amargo, casi más fuerte que el de la decepción o el hartazgo. Moisés ha llegado al monte solo, en silencio y sin dar aviso. Sabe que a sus espaldas descansa el valle de Jericó y que la pureza del cielo descubre una inmensidad en el horizonte que deja al desnudo hasta el punto más lejano y hermoso de la tierra, desde Galaad a Dan, pero él ya eligió su norte hace tiempo, en los llanos de Moab.

Moisés sigue de pie y aprieta la piedra hasta sentir el primer rumor de la sangre en la palma de la mano. No acusa dolor; sonríe, incluso, cuando la evidencia de la herida intenta escurrirse entre los dedos. El sol lo hostiga de frente, pretende doblegarlo sin remordimiento para que acate la orden, para que mire hacia atrás, pero Moisés no se traiciona: prefiere resignar la vista y cierra los ojos. Su sentido, entonces, se funde en un campo de completa negrura, de profundidad incierta. Entre tinieblas, evoca la cara, la muerte de su hermano mayor en el monte, y se figura una imagen nítida del milagroso manantial de Meribá. Atraído por el recuerdo de la poderosa cascada, estira su otro brazo y, con un movimiento lento y cuidado, acaricia en el aire la misma roca que supo golpear dos veces, por agua, por Israel, sin noción de las reservas de futuro.

Moisés aprieta la piedra con más fuerza. Transpira. Llora, llora furiosamente pero con orgullo. Abre los ojos y contempla, en un instante, su decisión. Ni la agonía del destino desvanece en él la convicción de libertad. Celebra no estar en las manos del Señor, pendiente de la palabra de Dios. En las alturas de Nebo, el viento enfurece y lucha contra su voluntad: las ráfagas le oprimen el pecho, la garganta y la cabeza e intentan derribarlo con la mirada rendida hacia las tierras de Neftalí, Efraín y Manasés. Moisés, sin embargo, resiste el castigo de la tempestad y se mantiene firme como los árboles que ha encontrado en soledad a lo largo de cuarenta años. 

Moisés presiona otra vez y ahora siente que la piedra se abre paso por la mano y la desgarra. No piensa en el dolor de la carne; piensa si el Señor podrá, si Josué podrá, y al final piensa – repite, con tristeza, sin jactarse – que no, que donde no hubo piedad tampoco hay salvación posible. Llora y baja la mirada. Se culpa: pregunta si no supo mostrar a Dios suficiente misericordia al apaciguar tantos celos de destrucción y venganza, y si no enseñó a su pueblo la misma benevolencia al mediar en innumerables salvaciones frente al pecado de desconfianza y especulación. Se pregunta si el Señor será capaz de aceptar el fracaso; si se arrepentirá por haberlo humillado cuando, de rodillas, le suplicó en vano por pisar la tierra prometida. Se pregunta si alguna vez Dios aprenderá de la humildad del hombre, si tendrá la virtud humana de retractarse, si le pedirá perdón por el error que pronto costará la conquista postergada al otro lado del Jordán.

Moisés, con los hombros ya vencidos y las rodillas débiles, deshace el puño y libera la piedra. Entre los dedos lastimados, la descubre envuelta en un manto de sangre oscura y confunde, a la distancia, su forma pequeña con la de un corazón seco, absolutamente seco. La mirada de angustia y cansancio le pesa y tiene que esforzarse para tratar de distinguir el desierto más allá del horizonte. Menciona lugares, años, un nombre, agradece y en unos segundos se decide y lanza la piedra al interior de su boca. La traga con los ojos cerrados, para no sentir, para no resistir y agigantar el sufrimiento final. Moisés cae de inmediato pero no puede evitar el impulso de llevarse las manos al cuello y agoniza entre gestos inútiles, desesperados, hasta que la asfixia llega y lo somete casi tan rápido como la muerte.

Bruno Perrone

Bruno Perrone
Bruno Perrone
Es periodista. Trabajó para Radio Mitre Mar del Plata y el portal de noticias El Marplatense. Hizo colaboraciones para Infobae. Actualmente escribe para el diario digital 0223.com.ar y el diario Página/12.

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