Libreta Cívica

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¿ Antonio no tomás mate?

-Sí, uno nomás que llego tarde . ¿Está listo?

-Ya casi está respondió- y sacó  la pava de la hornalla.

Escupió el primer mate en la pileta, hizo correr el agua para limpiar la escupida y extendió el brazo con el mate humeante hacia su marido. El lo tomó sin mirarla, con la vista puesta en ningún sitio, ausente.

-Dame otro.

Lo tomó parado, dejó el mate sobre la mesa y salió de la cocina – Chau.

Teresa escuchó el motor del auto, los cambios de marcha, el sonido se fue alejando despacio.

-Que bien estar sola- pensó, pero recordó que lo vería a eso de las seis de la tarde cuando volviera de la oficina. No me dejó plata- como siempre -para que tenga que llamarlo y me putee.

Hacía algunos días que recordaba a su padre, y caía en la cuenta que no sabía quien había sido, cómo había sido. Era como una sombra en su memoria, una sombra sin mirada, en realidad sus miradas siempre estuvieron dirigidas a su hermano, Carlos Alberto, el varón, con él iba a la cancha, a asados con hombres, Teresa y su madre en casa, a lavarles la ropa y tenerles lista la comida, en fin, una vida normal. En algún momento se murió y al poco tiempo aparecieron otros hijos que había tenido en Ayacucho. Su madre llorando.

Recordó el diálogo de los hombres en el asado del domingo.

-Parece que se va a aprobar el voto femenino- dijo Carlos Alberto su hermano-para mí una barbaridad . Un verdadero disparate.

– Ya las veo en los comités en las Unidades Básicas de conferencia en conferencia, entre todos los tipos mirándoles las tetas,  a los políticos no les interesan sus opiniones sino que los voten.

– Son cosas de los comunistas- sentenció Antonio- los anaquistas, esos tanos y gallegos vienen jodiendo con eso hace rato, voto femenino y después comunismo, ya lo estoy viendo.Y esas pitucas intelectuales gorilas de las Ocampo, viejas putas.

– A mi me parece bien, si podemos llevar una casa adelante, criar hijos, ¿por qué no vamos a poder votar? Después nos tenemos que aguantar gobiernos que no elegimos y somos espectadoras, somos como invisibles- la que hablaba era la cuñada soltera, Vilma, la hermana de Antonio. Teresa sabía el motivo real del celibato de su cuñada, que no pasaba por ser fea-como decía Antonio- ni porque no conociera el amor o porque tenía más de treinta.Teresa sabía del amor de su cuñada, un amor no convencional hombre/ mujer, sino mujer/mujer, qué cosa rara pensaba y se le presentaba la imagen de las amantes furtivas. Su cuñada se lo había contado en confidencia una tarde, esa confianza para Teresa valía oro.

– Porque no saben de política- dijo su hermano.Además ,vos no tenés hijos, ni casa, ni marido que te aconseje.

– No sé si Perón lo va a permitir -dijo Jorge Pena, compañero de la oficina de Antonio.

– Ahi la que talla es Evita- dijo Antonio y no me imagino a Perón diciéndole que no. Está muy enferma. Está internada.

– Vos decís que pueden votar porque llevan una familia pero no es lo mismo ir a hacer las compras que administrar un país.

– ¿Y los hombres lo hacen mejor? Digo eso de administrar, ahí están  los escándalos de corrupción que se destapan todos los días.

– ¿O se imaginan mi mujer votando distinto que yo? Desautorizándome delante de mis hijos. Inaceptable.

– Yo creo que Perón va  a aprobar el voto femenino, él siempre está hablando de los trabajadores y les ha reconocido muchos derechos, vacaciones, aguinaldo y las mujeres también somos trabajadoras, intervino Teresa.

– No será tu caso, no trabajás porque tenés un marido que mantiene la casa así que no hablés de lo que no sabés. Las mujeres que van a trabajar a las fábricas es que no tienen otro remedio pues con el sueldo del marido no alcanza, o son ignorantes o estan solas con hijos que no saben ni de quién son.

– Vos decís que Perón les ha dado derechos a los obreros, y es así claro, a nosotros aguinaldo, vacaciones, y a ustedes Evita les manda máquinas de coser, así que me parece que está claro cuál es su lugar sentenció Carlos Alberto.

– Mirá lo que dice el diario dijo Pena y leyó:

 

“ El legislador ultra conservador  Uriburu, se opuso en estos cavernícolas términos al proyecto: “Cuando veamos a la mujer parada sobre una mesa o en la murga ruidosa de las manifestaciones, habrá perdido todo su encanto. El día que la señora sea conservadora; la cocinera, socialista, y la mucama, socialista independiente, habremos creado el caos en el hogar”.

-Bueno ese Uriburu  es un oligarca, pero es un hombre con las pelotas bien puestas, dejame de joder con las mujeres hablando de política, ¿Que es “cavernícola”? Nadie contestó.

 

-En las elecciones del año pasado Perón ganó y las mujeres no votaron, pero EVITA dijo en su discurso que no podemos ser espectadoras de lo que pasa fuera de casa, en la calle.

La mujer es la que educa a los hijos,la que les enseña valores morales-dijo Teresa.

-Sí, pero si se pone a hacer política va a dejar la casa y andará de mitin en mitin desatendiendo las obligaciones como esposa y madre dijo Carlos Alberto mirando a su vez a su mujer con fiereza.

-Evita está muy enferma pero es una luchadora, ella no tiene hijos, y todo el mundo la quiere, se preocupa de los pobres y ella no es pobre, nos va a dar el derecho a votar. Espero que pueda votar.

Teresa volvío a su presente.

 

Automáticamente pensó en las compras, en el turno del médico para la nena, cosas de las cuales  Antonio se desentendía.

Se sentó en la mesa de la cocina, dispondiéndose a hacer la lista de la compra y  recordó nuevamente que no tenía dinero suficiente. No tenía ganas de llamar a Antonio a la oficina,  a él le molestaba que lo llamara, era como si estuviera en Marte no en el trabajo.

Preparo unos fideos con estofado con un pedazo de carne que quedó y  listo y me ahorro llamarlo para pedirle plata. Hace tiempo que no lo quiero a Antonio, lo quise sí, pero ya no, es más, le tengo un poco de bronca, me gustaría estar sola en casa, con la nena, vendrían mis amigas, haría la comida con gusto, pintaría la habitación de ella, sin llamar a un pintor como quiere Antonio, yo puedo pintar lo he visto hacer miles de veces. ¿Pero de que voy a vivir? ¿Podré trabajar? No sé hacer más que compras y milanesas. ¿podré aprender algo? Quiero aprender a manejar pero Antonio ni loco me presta el auto. Podría llevar chicos al colegio, o hacer mandados para los viejos del barrio.

Encendió la radio y se  puso a lavar las tazas del desayuno.

La transmisión radial llenó la casa, era cadena nacional, era la voz Evita.

 

«…… la mujer debe votar. «Mujeres de mi patria: recibo en este instante de manos del gobierno de la Nación la ley que consagra nuestros derechos cívicos. Y la recibo entre vosotras con la certeza de que lo hago en nombre y representación de todas las mujeres argentinas, sintiendo jubilosamente que me tiemblan las manos al contacto del laurel que proclama la victoria. Aquí está, hermanas mías, resumida en la letra apretada de pocos artículos, una historia larga de luchas, tropiezos y esperanzas. Por eso hay en ella crispación de indignación, sombra de ataques amenazadores, pero también alegre despertar de auroras triunfales. Y eso último se traduce en la victoria de la mujer sobre las incomprensiones, las negaciones y los intereses creados de las castas repudiadas por nuestro despertar nacional».

 

Luego un locutor explicó que las mujeres para votar debían empadronarse en las comisarías que correspondieran a su  barrio.

Apagó la radio y  se quedó de pie mirando nada.

Se quitó el delantal, subió a su cuarto, se peinó, se puso la blusa amarilla que le gustaba tanto como le quedaba,  se miró al espejo, se vio linda. Se puso unas gotas de perfume.

Sacó la libreta cívica  del placard, la miró, la leyó como por primera vez, nunca la usaba, no la necesitaba,  hoy sí.

Cerró la puerta de casa, y salió. El sol entibió su cara, era un día peronista.

 

Estela Fernández Puente

Estela Fernández Puente
Estela Fernández Puente
Nacida en Mar del Plata, el 31 de agosto del año 1960. Abogada, docente de derecho civil y derechos humanos de la Universidad Nacional de Mar del Plata .Participa en el taller literario El Pendulo de Mar del Plata.

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