El julepe que m’agarró cuando levanté l’almohada. Casi me voy de ojete nomá con el bicho fiero ese y toa la sangre.
Iguá eso fue despué, mucho despué.
Pero ante…
Ante del crío…
Había entrao po consejo pero tenía que hacé la cosa bié porque sino patita pa´fuera. Así dijo la doña y sí, sí.
Iguá la patrona. Nada de paveá que e lo mejó que puede aspirá la guaina como nosotra.
Y la casa grande que le entraban dié casa má. Pero no tá elegante ni pituca como éta.
No, no.
Mú linda iguá, pero no podé compará.
¿Lo señore? Bueno pero serio mú serio que daba miedo andar cerca porque seguro alguna macana te encontraba.
Y no me decía ni a, sólo pa retarme me hablaba así primero un grito a vé donde está y ahí si mirá lo que hiciste si será bruta vo, andá, andá.
Y yo iba rapidito nomá.
No, acá cambió eso.
Con la doña Alicia, que ese era el nombre, se podía hablá de verdá.
Esperamo a que se vaya el marido porque sino é pa quilombo y ahí sí soltaba la lengua.
Yo le charlaba sin dejar de limpiá porque el señó se iba a dá cuenta cuando volviera y ahí si iba a vé.
La Alicia hablaba mucho y a vece me hacía pregunta.
Má que nada sobre la otra casa, que cómo era lo dueño, cómo me trataba, cómo era su hijo antes de volverse así.
Sí, no sé qué quería decir con así pero yo no hacía pregunta, sólo respuesta.
Le respondía todo y a cada respuesta más pregunta y la Alicia tan contenta y yo también de tené alguien pá hablá y contarse toó.
Bueno, tené razó. Pero eso no lo podía contá ni queriendo.
Eso sólo lo sabía mi patrona y yo.
Y el Tupá. Él tambié sabía porque yo le dije.
Ni bié llegué a eta casa le había contao y le pedí po la Alicia. Que no la deje preñar le pedí porque l’iba a abandoná a ella tambié.
A vece la seguía po la casa y me la quedaba viendo, tan blanca era parecía fantasma.
Y le iba atrá que ella no me pillaba y se creía sola y largaba a llorá. Y parecía tá infelí la doña y yo la’spíaba y me entraba gana de largá el’econdite y cacharla enú abrazo.
Y a m’ijo pude traerlo po suerte le pedí a ella y me dijo qué cómo no, que no era ninguno mostro ello cómo pa separá una madre de suijo.
Si taba acá capá al padre le entraba el amó y lo empezaba a queré que podía sé aunque fuera bastardo qué culpa tenía é.
Que en algú lao se debía acordá.
Sí, se tiene que acordá.
No, nunca má me dijo nada y me mira como una cualquiera pero seguro é todo teatro porque esa cosa no se olvida así nomá.
Sí, fue hace mucho eso, pero iguá.
Él ya taba bastante crecidito y no era ningú tonto cuando laburé pa su padre.
Era distinto allá, la casa era mucho más grande pero no era tan…
Bueno, bueno, ya sé que te conté pero de verdá no hay comparació.
Y tan grande era que había mucho má criado trabajando. Y no le gutó ni medio cuando entré porque sabía que había sido po entongue.
Mirá si me vó a olvidá. Esa cosa tampoco se olvida así nomá, vo tené que vé cómo me miraba. Entre ojo y ojo me tenía.
Pff, mirá si me iba a hacé lio por eso chusma. Yo hacía el laburo nomá, los señore contento y qué má.
Pero el detino e mulero y guacho que cuando quiere te embroma y se divierte nomá el hijoe’puta.
Ni una semana en la casa que me vine a encontra al crío con un pedal que se caía y abría la jeta y un bocané que te volteaba.
Así nomá me puso contra la paré y ni un cómo te llamá o qué yegua so ni nada, sólo la lengua helá y dura y la dó mano que parecía cié.
Meno má que el Tupá e bueno y piadoso y lo puso a ronca al aña m’bui.
Me quedó e cagazo y no supe qué pensá si e que siempre e así o solo porque taba re caú nomá.
Le conté a mi patrona que de esta cosa sabe un montó porque es vieja y sabia la patrona. Po si la mosca vió. Y ella me dice que es normá que lo gurise son así y má si so de familia, no hay que tené miedo pero igua me dice chaque, chaque con e nene.
Sí, era buena la patrona, puro corazó era. Pero no me corté.
Qué nene le decía, qué nene si taba grandecito el gurí y taba lindo pero no so´ niguna loba y ahí era too una manga de chismoso que cuando meno te espera zaz! el puña po la espalda y vá co el cuento a lo señore.
Al toque lo fui conociendo má y no era malo, bruto nomá pero era por la bala que s’agarraba do po tré. Ahí sí era fiero y peligroso pero yo me econdía y lito. Aunque a vece me perseguía e degraciao.
Pero yo m’iba ecapando por toda la casa y no m’agarraba. Pero a vece me daba gana sabé. Que m’acance y m’atrape d’atrá.
Yo m’iba la cama pensando en eso y no me lo sacaba má de la cabeza. A vece lo veía e sueño y too. Pero sabía que era cuento al toque porque yo toda pipí cucú como é y me miraba co deseo de verdá y no solo po e afrecho de pedal.
Una noche me cachó. Como que no cuché bié cuando entró y ya no había tiempo pa corré. Me apretó y me dijo algo de cazadó que atrapa a su presa y yo no entendí ni medio pero me dijo no t’escape y yo que no quería i’ a ningú otro lao.
Con el tiempo me empezó a crecer panza y con faja y too ya no podía mentir má asi que le pregunté al muchacho qué ibamo a hacé. Y él me dijo que íbamo naa, que ea asunto mío.
Pero yo le quise decir así con buena palabra y educació que era su hijo y él cómo podía estar tan segura y yo que no tenía duda que no ea una loba y él que-me-importa-un-carajo así sin tanta buena educación y hacé- lo-que-se-te-cante.
Sí, así cómo escuchá. Y todo esto con una cara de piedra que daba gana de abrirle el pecho en dó a vé si se le faltaba el corazó.
Y qué iba a hacé. Se me cantó criarlo sola al nene y no pude trabajar má en la casa. Y mi patrona con el si será taraa vo’, cómo te va a dejá preñá.
Sí, era dura a vece la patrona pero era por mi bié que ella quería lo mejó pa mí.
Pa’ qué l’iba a explicá que no me dejé ni me dejó dejarme.
Iba creciendo el gurí y podé creé que cada vé estaba má iguá a l’otro hijoe’putua. Pero má morochito poque e’ hijo mío y nosotro no somo ninguno polaco.
Seguía creciendo que parecía un árbol y yo con el miedo de críá un wainero como el padre. Pero la patrona qué no, que así é la gente de plata, poque puede’ nomá.
Y yo lo miraba y me lo quería morfá a beso a vece y otra le quería dar vuelta la jeta así nomá de un saque.
Pero no cambió ná cuando vinimo. Ni el nombre quiso sabé el malandra.
Iguá taba bien acá. Mú calentito, panza llena y corazó tambié.
Y la Alicia que le daba todo lo gusto y lo mimaba.
No, nunca me preguntó po el padre. Era viva la Alicia, ademá de linda era viva y algo debía sabé.
Se lo quedaba mirando un rato y qué lindo el nene y qué bié se porta el nene.
Aunque había noche que no podía dormí que entraba a llorá y me despertaba y yo chito chito que no van a echá que acá hay que hacé chito. Y a vece ni así pará y cada vé má llanto y má ruido y yo chito chito.
Y una vé era tanto bochinche que no m’aguanté y le tapé la jeta con una almohada hasta que se puso toda colorá.
No, había sío sueño malo nomá.
Un día el señó me dijo que no tenía que entrá má a su cuarto que ello se encargaba y yo qué hacía con la sábana recién lavá.
Dame eso acá, vo´no te preocupé que la casa é grande me dijo.
Sí, ya sé, pero qué le iba a decí.
Yo cada vé me aburría má porque ya no la veía a la doña Alicia por ningú lao y estaría preñá.
No, yo le había pedío a Tupá y él era bueno y generoso y no m’iba a embromá. Pero capá sí porque no salía má del cuarto.
Y yo ya no podía hablá co nadie.
No, ante que hablarle al señó le charlaba a la parede.
Una sola vé le pude decí.
Ya no aguantaba má y le pregunté al señó po su mujé y dijo que taba enferma mú enferma y que no sabía qué enfermedá.
Ella era mú linda pero mú blanca y eso no podía sé bueno. Y cuando murió no me la dejó vé que yo imaginé que taba preñá y no quería que m’entere.
Y yo toda así triste pero no me dio tiempo ni de llorá.
Me mandó al cuarto nomá, rapidito rapidito a sacá la baranda a muerto.
Abrí la ventana, cambiá la sábana, tirá la almohada y limpiá lo chorreao.
El julepe que m’agarró cuando levanté l’almohada. Casi me voy de ojete nomá con el bicho fiero ese y toa la sangre.
Tomas Pérez Garate