Hace muchos años estuve preso por un corto tiempo y en la celda, aislado y silencioso, había tantas cucarachas que todavía habitan mis pesadillas. Las cucarachas son perfectas para los sueños, como el castellano es la lengua perfecta para cantar boleros. No se cantan boleros en alemán, como es inverosímil una pesadilla con colibríes, por más que Borges ya dictaminó que no hay una sola forma en el universo que no pueda contaminarse de horror.
En aquellos días, encerrado soñé mucho a mi padre, algunas veces lo vi muy nítido, en colores y vigoroso. En uno, que llamo “El baile de las cucarachas”, soy un niño de seis o siete años y miro cómo papá juega al truco con sus amigos en el Bar La Estrella. Aún no es la hora de cenar y estoy sentado en la mesa de al lado, supuestamente entretenido con no importa qué objetos. De pronto, en medio de un real envido aparece una cucaracha y se acaba el juego porque todos se lanzan a cazarla a zapatazo limpio y yo me fascino tanto con el sainete de los adultos que me despierto riendo a carcajadas.
En otro sueño descubrimos, mi viejo y yo, dos cucarachas en la cocina y una tercera en su escritorio, saliendo de entre unos libros. “Ésa es Kafka”, dice papá ante la mirada desaprobatoria de mi madre, que ahí tiene la misma cara impresionante del viejo con calavera del San Jerónimo penitente, de José Ribera, El Españolero.
Y hay un tercer sueño, de una siesta especialmente asquerosa, en el que vuelve a aparecer la misma familia de cucarachas que antes de quedarme dormido yo había estado viendo entrar y salir del agujero negro dizque baño que hay en una esquina de la celda. Mi papá grita: son imbatibles las guachas, pisala, matala, dale a ésa, dale, pisala, y es él mismo el que zapatea en mi celda y las aplasta.
Me queda para siempre la fuerte impresión de esos sueños con cucarachas. En la celda las veo, después, y me ordeno matarlas, pisarlas, pero nunca puedo con ellas, siempre huyen a tiempo y a veces caminando por mi piel. Las cucarachas, como las hormigas, están por encima de toda
voluntad humana. Incluso en los sueños.