Mi mamá está muerta. Acaba de caer debajo de las vías del tren que lleva a chicos, como yo, al Paseo de la Costa. Creo que esos chicos no van a llegar. El tren acaba de parar. El chofer es el señor de bigotes que siempre pasa por casa a la misma hora y todos nos tapamos los oídos por el ruido. Ahora se está agarrando la cabeza, parece que se siente mal. Ya bajó del tren y corre hacia donde está mamá. Ya llegó. Está gritando y se agarra la cabeza. Sí, ahora estoy seguro, los chicos no van a llegar.
Estábamos esperando que papá llegue, fue a vender cosas a Brasil, papá trabaja de algo que no entiendo bien. Pero me dijeron que cuando volviera íbamos a ir a Cariló para festejar mi cumple juntos. Siempre vamos a Cariló, a mí me encanta meterme al mar, el agua no me da miedo como a Santino que llora cada vez que se acerca a la orilla. Igual, desde que cumplió los siete solo se enoja y dice que no se quiere acercar.
Mamá me hizo el cumple en un pelotero, estuvo re divertido, fueron casi todos mis compañeros de primero que ahora pasamos a segundo. No estuvo Santi, porque se había ido de viaje con sus papás. Fue una lástima, porque no les tiene miedo a los peloteros y hubiéramos jugado mucho. Mamá me dijo que cuando Santi volviera lo íbamos a invitar a casa junto con Paula, su mamá. Es re buena Pauli, siempre que viene me trae golosinas y, a veces, juega con nosotros. Ese día, cuando se hizo de noche hicimos una videollamada con papá y me dijo que venía en unos días. Lo extraño mucho. Me preguntó si estaba feliz. Le dije: sí. Y seguí jugando.
Cuando vino Santi, mamá preparó unas milanesas con puré y nos armó la mesita en el patio para que comamos afuera. Luego ellas se fueron al living a charlar cosas de grandes y con Santi nos quedamos jugando a la escondida. Tenía mucho calor y le pedí a mamá que me traiga la malla porque quería meterme a la pileta, pero me dijo que esperara a que ellas salieran para meterme.
⎯ Santi, ¿te vas a meter conmigo?
⎯ No, ya te dije que me da miedo.
⎯ Pero no pasa nada, el agua no te hace nada. Pensá como que sos un pez y listo. Dale, Santi.
Jugamos toda la tarde en el patio. Le dije si quería jugar a la mancha y me dijo que sí. Corrimos un montón, siempre le gano porque él tiene que parar a tomar agua.
⎯ Mejor andá a pedirle gaseosa a mi mamá, ¿me traés?
Y Santi corrió a buscarla. Le mentí, no tenía sed, solo quería esconderme para que no me encuentre cuando vuelva. Corrí hacia los arbustos, pero resbalé con las ojotas y me golpeé la cabeza contra un borde.
Que Santi venga rápido, quiero que me encuentre. ¡Santi, Santi! Sé que no me escucha porque no estoy gritando. No le estoy hablando a nadie. Ojo con la pileta que en esta punta es muy profunda, Mate, vos ya sabés. Sí, mamá, pero me caí y Santi no viene. ¿Dónde están? Estoy tratando de agarrar el cielo con las manos, pero no llego. Ahora me agarró tos y me arde la garganta. ¡Mami, Santi! ¡Vengan rápido, me arde mucho la garganta!
Me cansé mucho, pero ahora ya estoy tranquilo. Es verdad lo que decía mamá, esta pileta es muy honda, yo no lo sabía, pero ahora sí lo sé. El sol está re lejos y ya casi ni lo veo.
⎯ Ceci, ya descubrí dónde se escondió Mate; está en la pileta, pero no quiere salir.
Mamá y Pauli vinieron corriendo, ahora parece que me escuchan, pero ya no les estoy hablando. Se tiraron vestidas y en ojotas. Mamá nunca me deja meter en ojotas, pero esta vez no le importa. Mueve los brazos y abre mucho la boca como si me estuviera gritando. Parece un pez. También tiene los ojos rojos, creo que mamá no se siente bien. A mí ya no me duele nada.
Fueron unos segundos. Me tiré y lo sacamos con Paula, pensé que abriría los ojos, ¡pero no, Martín!
Mamá no se levanta de la cama. Ahora vino la abuela a vivir a casa. Se queda en el cuarto que me dijeron que iba a ser de mi hermanito. Yo siempre quise un hermanito. Mi cuarto no lo ocupa nadie, solo viene mamá a dormir por la noche, pero después entra papá y la lleva a su cuarto. A veces la lleva a la pileta. Mamá llora mucho y siempre toma pastillas. A veces pelean y papá se va por unas horas y ella aprovecha para echar a la abuela que también se va llorando. Juega con mis legos, yo no sabía que le gustaban los legos, le hubiera prestado algunos o hubiéramos jugado juntos. Está muy flaca y más blanca que nunca. La abuela le dice que coma, pero ella miente, la veo escondiendo comida que después se la da a los perros.
Papá empezó a dar vueltas alrededor de la pileta por las noches. Explicamelo, Clara, le dice, y mamá llora. Entonces, se va y la deja sola. A veces papá juega a que la tira al agua, hasta que ella empieza a llorar y la suelta. Creo que no le gusta jugar a eso. La abuela ya no está en casa, papá está enojado y le dijo que querían estar solos. Desagotaron la pileta y la taparon con un plástico, pero todo sigue igual: papá amaga con tirarla y mamá llora.
⎯ Metete a la pileta, Clara, dale, la destapé para vos.
⎯ Basta, Martín, por favor.
⎯ Pero dale, tal vez, abajo del agua, Mate, te cuente lo que pasó y vos me lo puedas explicar.
⎯ No puedo más, Martín. Basta. No puedo con esto ya.
⎯ No podés con esto. Vos no podés con esto. ¿Por qué no hacés algo con esto, entonces?
⎯ Pienso todos los días en esto. ¿Qué querés que haga, Martín?
⎯ Andá a buscar a Mateo.
A papá se le cumplieron sus deseos. Esa noche se sentó en el borde de la pileta y me gritaba: ¡Mateo, Mate! Yo le contestaba, pero no me escuchaba. Después entró a la pileta vacía y se tiró a dormir sobre el agua que quedaba. Todo podrido estaba, un asco. Mamá, ya no estoy ahí. Me llamaba, abría la boca como aquella vez, esta vez sí que parecía un pez, pero yo ya no estaba. Después salió de la pileta y comenzó a caminar toda mojada hasta las rejas. Las abrió y fue lento por el medio de la calle, cantando mi canción preferida. Llegó hasta el andén y se sentó. Me llamaba. Yo le hablaba, pero ella no me escuchaba. De lejos vi que el tren se acercaba y mamá se paró y puso la cabeza en las vías. Mamá, viene el tren, le grité, pero no me escuchó. Y el tren llegó muy rápido. Tan rápido como llegó mamá acá conmigo a cantarme la canción.
Lucía Cass