Viajar incomoda nuestras verdades

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El verdadero viaje de descubrimiento no es buscar nuevas tierras, sino mirarlas con nuevos ojos.

Voltaire

 

No hay mejor manera de derribar prejuicios que viajar.  Si, ya sé…conocemos mucha gente que no para de viajar y sigue tan facha como siempre. Pero se trata de casos irrecuperables por más oportunidades de despejar mentes que se les presenten. Pero en términos generales la recomendación funciona.

 

La potencia de la receta tiene una relación directa con la medida del cambio cultural que nos reserva el destino -cuantos más destinos, mejor- y también con el tiempo que pasemos fuera de nuestro territorio. Lo otro que ya sé es que al leer estas líneas no puede menos que pensarse que con guita cualquiera…

 

Pero cabe acá la mención de que si bien la indigencia no favorece desplazamiento alguno, tampoco viajar es patrimonio exclusivo de los ricos. La experiencia me dice que en la mayoría de los casos viajar tiene que ver con las ganas de hacerlo y la elección de prioridades. Pero algunos tips para viajar barato sería el contenido de otra entrega.

 

¿Qué lugar nos depara un cambio cultural radical? Mi opción para una aventura abridora de cabezas sería, sin hesitación, India, país que podríamos considerar epítome de la diversidad… Bueno, acaso de determinadas diversidades, que no la sexual. Pero ya tocaremos el tema más adelante.

 

Cabe aquí mencionar que India es un destino para viajeros, que no para turistas. ¿Cuál es la diferencia? Pues que el turista ve lo que fue a ver y el viajero ve lo que ve.

 

Ser curioso, lo demás no importa.

 

La curiosidad es el motor del conocimiento, principal combustible de la ciencia, estímulo básico de mi oficio de periodista y alimento del viajero. Yo ahí no tengo la menor intención de viajar. Mis prioridades son otras. A tal sitio no iré jamás, escucho cientos de veces. Y ahí detectamos el primer preconcepto.

 

Entre otras cosas viajar significa darnos cuenta de que todo lo que creíamos saber de nuestro destino se desvanece a poco de llegar. Al menos para mí no hay lugar en el mundo que no quiera conocer. Me entristece saber que eso no es posible en el término de una vida. ¿Hay lugares que me gustaron más y otros menos? Claro. ¿Me arrepiento de haber ido a los que me gustaron menos? Rotundamente no.

 

Las Vegas es la exacerbación de lo kitsch a escala monumental. Acaso el non plus ultra de lo que el mal gusto por las réplicas artificiales puedan procurarnos. Pero yo, encantado de haberlo conocido.

 

Es cierto que hay lugares que no es aconsejable visitar cuando corremos riesgos con nuestra salud o integridad física, pero aun así las ganas de conocerlos me hacen pensar en que tal vez llegue una mejor oportunidad.

 

Un mundo en un país

 

¿Es necesario resetear nuestra cabeza antes de viajar a India? Pues sí. Configurados mentalmente como estamos es imprescindible poner en el freezer los valores que nos constituyen si no queremos quedar atrapados en el escándalo.

 

Hablamos de diversidad, aunque aclaramos que no en todos los rubros. Veamos en los que sí. En principio debemos decir que se trata de uno de los países más grandes del mundo (el séptimo en cuanto a superficie), con paisajes muy distintos, poblado por 1.350 millones de seres humanos que hablan 1.600 lenguas, aunque el Estado reconoce “apenas” 22 idiomas oficiales.

 

En India conviven 100 grupos étnicos. Tienen costumbres tan distintas que no es disparatado afirmar que bajo una misma bandera se refugian varias naciones. Es que así fue en el pasado cuando 562 marajás gobernaban otros tantos reinos. No será así hoy si hablamos de formalidad política, pero sigue siéndolo culturalmente.

 

Pero vayamos por partes.  Estemos preparados para sobreponernos al shock inicial que implica caminar por calles sin veredas, rodeados siempre, siempre, de multitudes, oír el sonido constante de las bocinas, soportar el asedio de los vendedores, esquivar vacas y de lo que de ellas emana, cruzar calles a suerte y verdad, poner a prueba las pituitarias, asimilar los colores…maravillosos colores de los saris que visten las mujeres…y un largo etcétera.

 

Los primeros días todo nos parece tan abrumador que se hace difícil asimilarlo. En ese caso haga como muchos indios seguidores del hinduismo. Métase en YouTube utilizando cualquier dispositivo, sintonice el mantra Om y baje un cambio para no flashear mal.

 

India es un destino turístico importante, pero por suerte no parece depredado por tales visitas. Posee 29 sitios Patrimonio Mundial de la Humanidad declarados por UNESCO pero al visitarlos encontramos presencias predominantemente locales. El porcentaje de “gringos” es siempre ínfimo, lo que no deja de ser positivo si uno va en busca de lo que conforma la genuina identidad lugareña.

 

Cabe aquí mencionar lo que considero lo más valioso de cualquier destino: la gente. Sí…los paisajes y los monumentos son fantásticos, pero lo que hace la diferencia son los hermanos que los pueblan. Y la palabra “hermanos” no se deslizó al correr del teclado. Allí adonde vayamos por más distancias culturales que nos diferencien sus habitantes son prójimos. En el último confín de la tierra los seres humanos tienen el común denominador de querer vivir felices, criar a sus hijos y gozar de la existencia mientras dure.

 

La utópica ilusión de Borges al soñar con un mundo sin fronteras es también la mía. Las banderas fueron siempre creadas contra otros. En todo caso a quienes me cuestionan no tener sentido patriótico les retruco que lo que ocurre es que el mío es más amplio.

 

Pero volvamos a la gente, es decir a los indios que es de quienes estábamos hablando. Generalizando, podemos decir que los indios son personas amabilísimas, de sonrisa fácil y amistosos. Las distancias culturales y lingüísticas no son impedimento alguno para interactuar. Se prestan rápidamente al diálogo.

 

El sexo…siempre el sexo

Y como yo no dialogo sino que cobro víctimas, según mis amigos me meto sin reparos en todo lo que quiero saber…y quiero saber todo.

 

__¿Te casaste virgen?

 

__Claro señor. Por supuesto…(fue la repetida respuesta de mis guías).

 

El abordaje de las cuestiones sexuales es en India bastante distinto a lo que estamos acostumbrados. La virginidad es un valor a tener en cuenta frente al hecho trascendente en la vida de los indios: el matrimonio.

 

En algunas comunidades hasta existen controles de ancianos que someten a las mujeres por casarse a una humillante inspección para constatar su virginidad. Y pasada esa inspección esperan para ver las manchas de sangre que delaten en las sábanas la primera penetración. Y si en el tercer intento el varón no ha podido hacerlo es oficialmente declarado impotente.

 

Autora nada menos que del Kamasutra  India es hoy probablemente el país donde el sexo se ha convertido en un tabú. Una mirada, una expresión de afecto o tomarse de la mano puede ser socialmente reprobado. Contrariamente, los varones caminan tomados de la mano y se entiende como un gesto de amistad.

 

La homosexualidad figura en el Código Penal Indio aprobado en el período británico, que castiga cualquier acto «contra el orden de la naturaleza» es decir cualquier penetración no vaginal. Por una sentencia de la Corte Suprema de Nueva Delhi se declaró inconstitucional este artículo, pero aplica solo a la capital del país. Se supone que las cortes regionales no tardarán en imitar a los jueces capitalinos.

 

__¿Te casaste virgen? 

 

__Claro señor, por supuesto (me dijo mi guía indio de pertenencia musulmana, luego de escapársele una sonrisa delatora).

 

__No te esfuerces. Tu sonrisa te delató.

 

Pasó un buen rato de este diálogo y de pronto mi nuevo amigo volvió a hablarme.

 

__Hace calor. Estaría bueno una cervecita.

 

__¡Un musulmán tomando alcohol!

 

__Bueno señor…usted ya se dio cuenta de que yo no soy un buen musulmán.

 

Parte de lo que nos cuesta poner en cero nuestra escala de valores tiene que ver con estas cuestiones. La abrumadora mayoría de los matrimonios son arreglados por los padres y siempre entre personas de la misma casta ya que no hay (salvo excepciones de ciudadanos antisistema) casamientos intercastas. 

 

Y es frecuente que una pareja se conozca pocos días antes -a veces horas- de contraer matrimonio.

 

__¿Pero no te parecería mejor elegir vos a tu mujer y casarte con quien te enamores?

__No señor. ¿Quién mejor que mis padres para elegir la mujer más apropiada para mí?

A mí me enseñaron otra cosa

El primer desafío se presenta con estas cuestiones ya que el inmediato impulso es retrucar con los valores que entendemos universales y no lo son. ¿Tengo derecho a cuestionarlos pensando que lo correcto está de mi lado? Ellos se manifiestan de acuerdo con su sistema y por otra parte India muestra un índice del 2,4 % de divorcios, muy por debajo de los países en los que las parejas se eligen por amor.

Es cierto que ser mujer no es fácil a nuestros ojos. Existen crímenes de honor muchas veces perpetrados no sólo por maridos sino por los propios padres, ante la sospecha de un vínculo inapropiado -que no tiene que ser necesariamente acceso carnal- con algún hombre.

Muchas otras cosas podríamos mencionar de las ecuaciones sociales en India pero abundar en ellas podría desalentar el viaje, cuando estas líneas pretenden todo lo contrario.

A mí, siendo un ateo cartesiano al que nada que se eleve un milímetro del piso lo moviliza, me fascinó ser espectador de sus rituales religiosos, 

Las castas son una estructura social, si bien legalmente abolida en 1961, aún vigorosa y vigente en la cultura india. Hay cuatro castas básicas, los brahmanes (sacerdotes y maestros), los chatrías (políticos), los vaishas (comerciantes y artesanos) y los sudras (esclavos o campesinos). Más allá de las castas están los dalits, también llamados parias o intocables, y los invisibles, que solo podían salir de noche so pena de ser encerrados hasta morir de inanición. Se pertenece a una casta por razones de nacimiento, por lo que es imposible la movilidad de una a otra. 

Se termina el espacio de estas líneas y no hablamos de las mil maravillas que nos tiene reservada India. Sus visitantes no pueden menos que sentirse dentro de una película de fantasía. Una palabra que no puede faltar en los comentarios de ese viaje es color. La ropa, los adornos, los textiles en general, los edificios, los palacios, las vestimentas de elefantes y camellos, los autos… todo conforma una paleta de colores que satura la retina.

Allí donde se apunte con la cámara habrá una foto impactante. Los ritos de las cremaciones en Varanasi, los baños en el Ganges, los templos de Ajanta y Ellora excavados en la montaña, los palacios de los marajás, los backwaters (la Venecia del Este) en la región de Kerala, las imágenes del Kamasutra en Khajuraho, los niños con los párpados delineados para evitar el mal de ojo, veinte personas encaramadas en una moto carrozada apta solo para tres, vacas y otros animales conviviendo en la calle con multitudes y miles de cosas más son imágenes inolvidables.

Pero no me hagan caso salvo en una cosa: sáquense de encima ese castigo autoinfligido de decir que hay lugares a los que no irían.

Nino Ramella

Nino Ramella
Nino Ramella
Periodista y gestor cultural. Fue corresponsal del diario "La Nación" en Mar del plata. Presidió el Ente de Cultura de Mar del Plata. Profesor en el posgrado de Gestión en Cultura y Comunicación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Creó y presidió el Gabinete Social del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires.

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