¿Para qué sirve la filosofía? (cap.1)

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1. ¿Por qué todo?

Gente. ¿Quién es toda esta gente? ¿A dónde van? ¿De dónde vienen? ¿Por qué coincidimos todos en este colectivo hoy, ahora? Podría haber sido de otro modo, pero fue así. ¿Y por qué fue así? ¿Por qué hay colectivos, asientos, timbres, carteles, hombres? ¿Por qué somos así? ¿Qué es todo esto? ¿Qué pasará después? ¿Hay algo más? ¿Por qué hay cuando pudo no haber habido nada? ¿Pudo no haber habido nada?¿Qué significa que algo pudo no haber sido? ¿Es lo mismo “habido” que “sido”? Pudo no haber habido nada, ¿pero qué es la nada?¿Puede darse la nada?¿Y cómo? Sube y baja la gente de este colectivo. Viaja. No se oye nada. Todos en silencio. ¿Qué estarán pensando? ¿Cómo funciona internamente en cada uno de nosotros el pensamiento? ¿Pensamos igual? La señora que lleva los estudios médicos junto a su cartera tiene mucha cara de preocupada. ¿Le habrá dado mal un examen?

¿Se estará por morir? Morir. Otra vez la nada. ¿Puede viajar alguien en un colectivo si se estuviese por morir? ¿Y por qué no? ¿Qué haría yo si me enterase de que me quedan pocos días de vida? ¿Qué haría? ¿Haría? ¿Haría algo? ¿De cuántos días hablamos? ¡No, no quiero pensar en esto! ¿Pero se puede dejar de pensar? Me dan ganas de abrazar a la señora. La veo tan tensa, tan preocupada. ¿Y si estoy viendo mal? ¿Y si los estudios dieron bien y la señora está muy feliz porque hoy va a ver a sus nietos, pero yo no interpreto el gesto de su rostro? ¿Y si todo fuese al revés? ¿Tanto me puedo equivocar?

 

Este colectivo avanza despacio y mi cabeza vuela. ¿Qué son estas preguntas? ¿Por qué no puedo viajar tranquilo como aquel joven que mueve el cuerpo al compás de sus auriculares? ¿Pero cómo sabemos que al mismo tiempo que danza con la música no está también pensando? ¿Y pensando en qué? Hay una diferencia entre pensar en algo concreto y pensar que estoy pensando. Puedo pensar cómo me conviene eludir a toda esta gente para llegar a tiempo a tocar el timbre o puedo pensar por qué tengo que eludir a la gente para llegar a tiempo a tocar el timbre. Puedo pensar qué debo comprar en el supermercado para preparar la cena o puedo pensar por qué los seres humanos tenemos que comer y para comer tenemos que ingerir alimentos y para ingerir alimentos tenemos que comprarlos y para comprarlos tenemos que trabajar. ¿Por qué? La pregunta por el por qué. Una de las tantas maneras de pensar: la pregunta por el fundamento. Todo parece tener que tener un fundamento. Todo tiene un por qué, una razón de ser, una causa, un sentido. Todo parecería tenerlo. ¿Pero es así? ¿Estamos seguros? ¿Todo tiene un por  qué? ¿Pero por qué todo tiene un por qué? ¿Y por qué todo tiene que tener un por qué? Y si todo tiene un por qué, ¿el todo tiene un por qué? ¿El todo? ¿Cómo llegó este término aquí adentro? ¿Adentro? Mejor vuelvo a la señora y dejo este juego de palabras. ¿Pero hay algo que no sea un juego de palabras? Ya no la quiero abrazar. Algo en su gesto no me cierra. ¿Pero por qué todo tiene que cerrar? ¡Otra vez el todo! A ver, ¿el todo tiene un por qué? Y si suponemos que lo tiene, ¿dónde estaría ubicado? No podría estar “afuera” ya que es el todo; y si es el todo, no hay nada afuera. Quiero decir que si nos tomamos en serio la idea de todo, nada puede serle indiferente. El todo tiene que contener todo, con lo cual si hubiere un “afuera”, esto solo nos demostraría que este todo, no lo es todo…

 

La cabeza vuela. Los viajes largos permiten una escapada, un salirse de lo cotidiano; o más bien, un salirse desde lo cotidiano a lo que también nos interpela. Una señora con unos estudios médicos puede ser la punta del ovillo de una historia personal o de la historia del todo. Es que la señora es parte del todo, porque si no lo fuera, el todo ya no sería el todo, sino que sería el todo menos una señora con estudios médicos, y por ello ya no sería el todo. Ahora bien, ¿cuál es el fundamento del todo? O mejor dicho, ¿cuál es el fundamento de todo? Creo que voy a abandonar la palabra todo por unos minutos. Se me fue desdibujando, perdiendo forma. Todo es un juego de palabras y en un juego a veces los objetos pierden su referencia y aunque sea desde el absurdo se liberan. Estoy mirando demasiado a la señora y me está sucediendo lo mismo que con la palabra todo. Mejor me voy por otro lado: ¿qué es un fundamento?

 

En principio podríamos decir que un fundamento es un conjunto de palabras que intenta dar razón a otro conjunto de palabras. La única condición que parece que hay que satisfacer es que se trate de otro conjunto de palabras, de una otredad, de una diferencia. La frase “Llueve porque llueve” no explica nada. La frase “Llueve porque Dios llora” en cambio, nos guste o no, brinda una explicación. Otra cosa es cómo y por qué se justifica. Pero entonces, si el fundamento del todo está en el todo no se satisfacería este requisito; y a la inversa, para que haya un por qué del todo, necesitaríamos que haya un afuera o por lo menos una otredad. Pero otra vez, si hay un afuera, ya no sería el todo. ¿Volví al tema? Viajar en colectivo es una adicción…

 

¿Y si nos animáramos a pensar que el todo tal vez no tenga fundamento? Supongamos que todo lo que hay en el mundo tiene un por qué, menos el todo. Supongamos que en última instancia no es posible un fundamento del todo, ¿nos resultarían igualmente válidos los fundamentos parciales? Puedo explicar todo menos el todo. Entiendo el fundamento del miedo de la señora, del colectivo, del viaje, del timbre, del sonido, hasta de la propia condición humana; pero no puedo dar respuesta a la última pregunta, a la pregunta por el porqué de todo. Si así fuera, ¿seguiría habiendo un sentido? ¿Se puede tolerar que todo tenga sentido menos el todo? Hay sentido en este timbre que oigo, en el rostro ausente de la señora que fue al médico, e incluso puede haber un sentido en la clonación y en la mutación genética, pero si el último, último sentido, el sentido de todo, el sentido del todo se nos difumina: ¿podemos seguir hablando de sentido? ¿Podemos seguir encontrando sentido en el timbre, en la señora, en el rostro, en la clonación, en la pregunta? Claro que habría otra opción: ¿y si no hay un todo? ¿Y si el todo no es más que una palabra? Odio cuando me empujan para pasar. A la señora le pasa lo mismo porque está insultando desencajada. Pero más me molesta cuando tocan el timbre repetidas veces. Creo que me molesta todo. El colectivo se detiene. La puerta se

abre. Siempre se abre y alguien baja.

 

Tal vez se pueda pensar la vida entera como un eterno viaje en colectivo. Creemos que nos dirigimos hacia algún lugar concreto cuando en realidad lo único que importa es el viaje mismo porque en definitiva siempre estamos viajando. Viajar. No sabemos desde dónde y menos hacia dónde, pero nos movemos. O nos mueven. La vida es ese movimiento que además se desenvuelve en ciclos biológicos o con ciertas lógicas: en principio, nacer, crecer, degradarse y morir. Nacer como en próximas horas el hijo de esa joven embarazada. Nadie le daba el asiento hasta que su tos reparó la atención de un señor que cedió su lugar. ¿Por qué nadie la veía? El colectivo es casi una metáfora del todo, aunque por suerte a veces se detiene y bajamos. Bajamos para subir a otros. Una vez alguien me dijo que los bebés antes de nacer estaban en el mismo lugar que los muertos. Extraño circuito de las almas que vienen a este mundo de paseo. A viajar en colectivo. En este colectivo que sigue lento y el tiempo se vence.¿Se vencerá el tiempo alguna vez? ¿Terminará? No tiene lógica, ¿no? ¿Qué significa que el tiempo acabe? ¿Cómo sería el tiempo después del tiempo? ¿Sería como ese lugar que no es un lugar donde se está previo y después de la vida? Pero entonces, ¿hay algo más allá de acá? ¿Hay algo más? ¿O sea que no hay un todo? ¿El tiempo es el todo? ¿El todo incluye el más acá y el más allá? ¿Y cómo sabemos desde el más acá que hay un más allá? Imposible. ¿Pero qué es lo imposible? Me pasé de parada. Si esto es hacer filosofía, creo que empezaré a disfrutar algo de mis angustias; aunque claramente llegaré tarde a todo…

 

Darío Sztajnszrajber

Darío Sztajnszrajber
Darío Sztajnszrajber
Nació en Buenos Aires en 1968. Es hincha de Estudiantes de La Plata, geminiano y anda mucho en bicicleta. Ejerce la docencia de la filosofía en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y en el Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires. No le gustan los aviones y llora con las películas de amor. Ha sido docente en todos los niveles educativos: primaria, secundaria, universidad y posgrados. Fue docente de enseñanza media durante veinte años. Es adicto al Twitter, a los silencios y a los mariscos. Divulga la filosofía en su programa Mentira la verdad, por Canal Encuentro. También difunde la filosofía en radio, medios gráficos y en teatro con el espectáculo Desencajados: Filosofía + Música. Compiló las obras Posjudaísmo, vols. 1 y 2 y Para aprender a leer a Platón.

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