El tío Coma

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Nos llamaron una noche en que veíamos Alien, justo en la parte en que uno de los astronautas descubre los huevos y un monstruo le come la cara. Mamá atendió el teléfono y casi gritó:

-Javier, es el San Mateo.

Papá se levantó de un salto y corrió al teléfono. Mamá volvió al sillón con nosotros y nos acarició la cabeza. Sus manos estaban frías.

– ¿Qué están viendo?

-Alien.

– ¿Y qué tiene que hacer el alien?

-Los quiere comer a los astr… astrr -a Lauta no le salían las  palabras difíciles.

-Astronautas -dijo Mamá-. Qué malo el alien.

-No es malo. Solo quiere sobrevivir -dije yo.

 

Mamá se rió y me dio un beso en la cabeza. Mientras tanto, Papá se pasaba una mano por el pelo, daba vueltas por el living y repetía Ajam, ajam, ajam.

Yo imaginaba de qué era la llamada. Como no sabía si Lauta entendía o no, le seguí la corriente a Mamá, que nos preguntaba quién hacía qué cosa y qué necesidad tenía el Alien de matar a tanta gente. Cuando Papá colgó se la llevó a la oficina. Ni bien cerraron la puerta corrí a escuchar. Mamá y Papá hablaban bajito:

– ¿Y qué querés que haga, Nati? No hay nadie…

-Sí, pero, ¿acá? Están los chicos…

-No lo voy a tirar a la basura -dijo Papá, y se debe haber emocionado porque Mamá empezó a decir Tranquilo, Javier, tranquilo.

Volví al sillón y me senté con Lautaro.

-Espiar está mal.

-No seas buchón o te pego -y él supo que iba en serio y no dijo nada.

Cuando salió de la oficina, Papá se acercó a nosotros.

-Tengo que ir al hospital, chicos. No pasó nada malo.

– ¿Por el tío Coma? -preguntó Lauta.

Papá nos miró como si estuviera sorprendido y asustado a la vez.

 

-Sí, por el tío Gabriel.

Fue raro que dijera eso. Para nosotros, el tío Gabriel era el tío Coma. Cuando era chico, como me costaba decir Gabriel le dije Coma, y mis papás se rieron tanto que le quedó el nombre. Creo que Lauta no sabía que se llamaba Gabriel.

– ¿Se murió?

-No se sabe -dijo Papá, y al ver nuestras caras nos explicó-. El tío se despertó hace un rato. Le van a hacer pruebas para ver cómo está. A veces pasa que la gente en coma se despierta luego de mucho tiempo. Eso no significa que estén despiertas del todo. La mayoría de las veces o vuelven a dormirse o se van al cielo. Por eso voy al hospital, a ver cómo está.

Papá agarró su vieja campera marrón y salió por la puerta que daba al garaje. Le preguntamos a Mamá si podíamos seguir viendo Alien.

Dijo que no.

Cuando Papá volvió ya era muy de noche. Escuché la puerta del living, los pasos por la escalera, la voz de Mamá y la traba de su cuarto. Bajé sin hacer ruido de la cucheta y caminé en puntitas de pie hasta su puerta.

No escuché nada, solo a Papá llorando.

Esas semanas fueron raras. Mamá estaba muy nerviosa. Casi todo lo que hacíamos la hacía enojar. Papá pasaba casi todas las noches afuera. Cuando estaba en casa era lo mismo que no tenerlo: no jugaba con nosotros, no hacía chistes, no tocaba la guitarra. Todo lo hacía sin ganas: la comida no era tan rica y muchas veces se olvidaba de lavar la ropa o nos llevaba tarde al colegio. Mamá no le decía mucho pero cuando le decía algo, él nunca respondía.

Un día, Mamá nos sentó en el sillón del living:

-Chicos, vieron que Papá estuvo en el hospital visitando a su hermano -Lauta y yo asentimos-. Bueno, Gabriel estuvo muchos años dormido y ahora que está despierto… -Mamá suspiró- va a vivir con nosotros.

Ni Lauta ni yo dijimos nada. Mamá nos miraba de una forma rara: no sabíamos si festejar o si ponernos mal.

Pregunté si podíamos ver tele.

-Está bien, pero cuidado cuando venga el tío. No lo abracen, no lo toquen y tampoco le hablen mucho. Estuvo mucho tiempo dormido. Nadie sabe cómo va a reaccionar.

Papá entró primero, sonriente como si hubiera vuelto de un viaje largo. Era más un abuelo que un papá, tenía la piel muy blanca, los ojos cansados. Parecía muy contento, pero yo no estaba tan seguro, porque al verlo me sentí muy triste.

– ¡Denle la bienvenida al tío Gabriel!

Atrás suyo, empujado por un enfermero, entró el tío Coma. Me dio mucho asco. El tío Coma estaba en una silla de ruedas, tapado por una manta celeste. Tenía una cabeza enorme y horrible, muy parecida a la de Papá, pero deforme, con un agujero en un costado, como un auto abollado. Tenía el pelo corto, ojos chiquitos, la boca torciday la nariz aplastada. Estaba todo encorvado en la silla, como si estuviera muy incómodo.

  Yo me quedé quieto porque no sabía bien qué hacer. Lautaro se largó a llorar. Papá se agachó para abrazarlo.

-Lauti, hijo, no pasa nada.

Al ver la reacción de Papá, yo también quise llorar. Él se dio vuelta para hablar con el enfermero:

-Su cuarto está a la izquierda, frente a la oficina.

Mientras se lo llevaban, vi que el Tío Coma nos miraba. Tuve que morderme los labios muy fuerte para no gritar. Encima Lauta no frenaba el llanto.

-Es malo. Es malo el tío Coma.

-Se llama Gabriel, hijo. No es malo. Está muy lastimado y va a tardar un tiempo hasta que esté mejor.

– ¿Por qué no saludó? -dije yo-. Es de mala educación no saludar.

Papá suspiró.

– El tío Gabriel no puede hablar todavía.

– ¿Y no camina?

-No, tampoco camina. Va a tardar mucho tiempo en recuperarse. Por eso tenemos que ayudarlo, ser buenos con él, hablarle aunque no responda.

Me di vuelta para mirar a Mamá. Ella estaba en la otra punta del living, con los brazos cruzados, respirando fuerte.

-¿Se entiende, hijo?

-Sí, Pá, ¿podemos ir al patio?

-Vayan.

 

No vimos al tío Coma por el resto del día. Papá iba y venía de su cuarto, llevaba bandejas de comida o salía con bolsas de consorcio. Estuviera adentro o afuera, siempre se cuidaba de cerrar la puerta con llave.

-Para que no lo molesten. El tío está muy delicado.

Cada tanto, cuando Mamá estaba en otro lado, iba a la puerta a espiar, pero lo único que escuchaba era a Papá diciendo cosas lindas al tío, que estaba feliz de verlo, que no tenía de qué preocuparse, que lo iba a cuidar. A Lauta se le pasó el susto del principio y tocó la puerta del tío Coma. Papá lo dejó entrar. A mí me invitaron también, pero no quise. Tenía miedo de que el tío Coma oliera feo. Esa primera noche, creo que Papá ya durmió en la pieza del tío, porque no escuché que subiera la escalera.

Así fue de ahí en más.

 

Aunque no sabía bien la historia, entendía que ni Mamá ni Papá querían hablar del tema. Como Lautaro no se había dado cuenta y yo no le dije nada, le preguntó a Mamá qué le había pasado al tío Coma.

Ella estaba en el patio, ahora pasaba mucho tiempo ahí porque fumaba, y me acuerdo que nos miró feo, tiró el cigarrillo y se agachó para contestar.

-El hermano de tu papá siempre tuvo problemas. Desde chico. Siempre fue especial.

-¿Especial cómo?

Yo sabía cuando Mamá se enojaba sola, porque le cambiaba la cara. Era como si adentro suyo viviera un animal salvaje y ella fuera la jaula. Desde que había llegado el tío, casi no había jaula.

-Especial, hijo, qué sé yo -Mamá hizo una pausa para toser-. Gabriel se obsesionaba. Tenía pensamientos muy feos. No siempre respetaba los límites y… y bueno, hijo. Un día se lastimó.

-¿Y vos  por  qué no lo ayudaste, Ma?

-Era imposible ayudarlo, Lauta.

-Pero vos estabas cuando se lastimó.

Mamá se quedó muy quieta, como los conejos en los documentales.

-¿Quién te dijo eso?

-El tío me contó.

Mamá fue directo a la habitación del tío Coma. Golpeó la puerta con mucha fuerza y Papá salió del cuarto. Esta vez no tuve que espiar porque los gritos se escucharon desde el patio.

-No digas pelotudeces, Natalia, ¡si no puede hablar!

-¿Entonces quién le contó?

-Capaz se lo contaste a   Julián y él se acuerda.

-Yo no le dije nada. O fue él, o fuiste vos.

-Bueno, yo no fui y Gabi no puede hablar.

-Ah, entonces es magia, ¿no? Tu hermano desarrolló telepatía o tu hijo es Sherlock Holmes de repente. ¿Qué más le contaste?

-No le conté nada, Natalia. Bajá la voz que te pueden escuchar Gabriel y los chicos, por no decir los vecinos.

-¡Me chupa un huevo quién me escuche!  -Lautaro empezó a lagrimear. Le apreté el brazo para que no interrumpiera la pelea-. Si tu plan, el de tu hermano o el de los dos es algún jueguito enfermo para…

-¿Te escuchás, Natalia? ¿Escuchás lo que estás diciendo? Mamá subió las escaleras y cerró la puerta de un portazo.

 

Esa noche no pude dormir. Estaba convencido de que Mamá y Papá se iban a divorciar. Me imaginaba visitando a Papá en un departamento feo, o conociendo al nuevo novio de Mamá, que seguro tenía hijos mayores. En algún momento me dormí y tuve una pesadilla con el tío Coma, su cabeza horrible me miraba como si yo hubiera hecho algo malo. Mamá también estaba ahí pero a la vez no, porque aunque yo le pedía ayuda, ella no contestaba. Me desperté gritando y miré a ver si había despertado a Lautaro.

En la cama de abajo no había nadie. Me sorprendió porque mi hermano era bastante ruidoso para levantarse. Fui hasta la pieza de Mamá, pero ella estaba mirando tele y vi que estaba sola. Bajé las escaleras y fui hasta la habitación del tío Coma. Se escuchaban voces desde la habitación, risas.

Me acerqué y fue como si pisara una trampa, porque cuando estuve a unos pasos de la puerta, todo se quedó en silencio. Entonces escuché la cerradura y vi a Papá asomando la cabeza:

-¿Qué hacés a esta hora, hijo?

Me acerqué y pude ver al tío Coma. Estaba en su silla, con Lautaro a upa. Estaba contento, pero entonces me vio y dejó de sonreír.

-¿Por qué está Lautaro acá?

-Tuvo una pesadilla, así que vino a hacernos compañía.

-Yo también tuve una pesadilla, ¿puedo dormir con ustedes?

Papá se mordió los labios.

-Es mejor si vas con tu mamá, hijo. La pieza es chiquita. Además, tu hermano está durmiendo.

Papá me dio un beso en la frente y cerró la puerta con llave.

Subí la escalera y fui hasta el cuarto de Mamá. Cuando me vio, me hizo un lugar en la cama. Me quedé dormido en sus brazos.

Nico Verni
Nico Verni
Hijo adoptivo de la costa atlántica. Estudió psicología en Mar del Plata, se recibió, se fue de viaje. Vivió cinco años en Inglaterra y volvió a Argentina en febrero del 2022. En abril de ese año publicó "Luces", su primera antología de cuentos en Cepes Ediciones. Es, además, co-anfitrión de los podcasts "Mientras no escribo" y "En serie" y coordinador de un club virtual de escritura.

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